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De Abanca a Turki Al-Sheikh: ¿qué motiva a los inversores a comprar un club de fútbol?

La propiedad tradicional formada por socios o empresarios locales ahora convive con accionistas seducidos por el potencial global de los grandes clubes o por la influencia política que les puede dar.

Marc Menchén

17 feb 2020 - 05:00

De Abanca a Turki Al-Sheikh: los inversores apuestan otros 122 millones al fútbol español

Abanca se ha convertido en el mecenas del Dépor, como accionista y patrocinador.

 

 

Muchos accionistas del fútbol español compraron acciones de sus clubes por puro romanticismo, sin buscar nada más a cambio que el esfuerzo de los futbolistas sobre el césped. Desde aquel proceso de conversión en sociedades anónimas deportivas (SAD) han pasado casi treinta años, y hoy el mapa accionarial lo dominan inversores que buscan un retorno sea por la vía económica, social o política. Y a eso se han apostado más de 122 millones de euros en los últimos tres meses en LaLiga. Se trata de un récord, si se recuerda que las inyecciones de capital entre 2014 y 2018 fueron de 450 millones, según datos recopilados por Palco23.

 

La apuesta ha subido y las razones son varias, pues la motivación para comprar un club de fútbol no siempre es la misma. Eso sí, hay un razonamiento compartido. “Ven en el fútbol una oportunidad de invertir en empresas solventes con balances saneados, con ingresos recurrentes y en un sector en crecimiento”, explica Álvaro Marco, socio de BDO, firma que en cinco años logró doblar el valor de mercado de la AD Alcorcón

 

El club alfarero es uno de los últimos en llamar la atención de los inversores internacionales, después de que David Blitzer, copropietario del Crystal Palace de la Premier League y los Philadelphia 76ers de la NBA, se hiciera con la mayoría accionarial. Fue una de las últimas compraventas en LaLiga y constataba el creciente interés por estos equipos, especialmente en Segunda División, donde el precio de compra es menos prohibitivo que en Primera. Eso sí, mantenía una dinámica que explica que hoy 14 de los 42 equipos de LaLiga estén controlados total o parcialmente por capital extranjero.

 

 

 

 

Las tres últimas operaciones, selladas ya en 2019-2020, así lo demuestran. Además, permiten reflejar tres perfiles muy distintos de accionistas. El diplomático saudí Turki Al-Sheikh se ha hecho con el 95% de la UD Almería y le ha inyectado 31 millones de euros para acelerar su posible ascensoa LaLiga Santander; el agente argentino Christian Bragarnik tomó el 70% del Elche CF tras una operación acordeón de 25 millones de euros, y el banco gallego Abanca, del venezolano Juan Carlos Escotet, tomará hasta el 77% del RC Deportivo con la conversión de 35 millones de deuda en acciones.

 

En muchas de estas operaciones se ha buscado antes la opción de cubrir las necesidades financieras entre los socios, pero el crecimiento de la industria del fútbol se ha traducido en una especie de “réquiem por el capitalismo popular” de los clubes, como lo definió Augusto César Lendoiro, expresidente del Dépor. “El tipo de inversor también ha cambiado, ya que el precio actual de los equipos de LaLiga es mucho más alto que el de hace sólo cinco años y, por lo tanto, se requiere una capacidad económica muy alta”, constata Marco.

 

El abogado de BDO incide en que “han comenzado a llegar fondos de todo tipo y private equity que hasta hace no mucho tenían vedada la inversión en este sector”, si bien muchos aún no han dado con la oportunidad que buscan. Es el perfil de inversor que Kpmg define como “accionista global”, en cuya toma de decisiones prioriza “gestionar la inversión como un negocio para obtener dividendos y aumentar su capitalización”. Es lo que ha logrado el Atlético de Madrid, que permitió a Wanda Group vender con plusvalías y hoy financia su expansión internacional con Quantum Pacific.

 

De ahí también la creciente apuesta por Segunda División, donde el control económico de LaLiga garantiza que los proyectos son sostenibles desde hace al menos cuatro años y hay una generación de ingresos razonable, con un mínimo de cinco millones de euros por televisión para cada participante. “Si un inversor puede encontrar el equipo adecuado, aplicar una estrategia exitosa y también encontrar el momento adecuado en el tiempo, los crecientes acuerdos de televisión y el crecimiento de los ingresos comerciales pueden proporcionar un retorno de la inversión y un escenario de beneficios”, añade Kpmg.

 

 

 

 

En este grupo de inversores se encuentran todos los internacionales que han aterrizado en LaLiga, esperando que la compra de un club por unos quince millones de euros pueda revalorizarse con un acceso a Primera que multiplique el valor, pues en esta categoría el precio de mercado ronda los 50 millones de euros. “Esto puede verse como especulativo”, señala la consultora, sobre un modelo que encajaría con lo que logró Ronaldo con el Real Valladolid, Robert Sarver con el Mallorca o Bragarnik con el Elche CF.

 

Al-Sheikh ha llevado esa especulación al extremo con su masiva inyección de capital en el Almería y la llegada de patrocinadores árabes, en busca de un ascenso inmediato. Ahora bien, su inversión también encajaría en el perfil “inversión estratégica” por razones políticas. Arabia Saudí se encuentra en un momento de apertura y ha visto en el deporte una palanca para darse a conocer, ya sea acogiendo numerosos eventos internacionales o promoviendo al compra de equipos como el español o el Newcastle, una operación aún no formalizada.

 

“Un club de fútbol puede ser un vehículo para que países, empresas o individuos aumenten su conciencia de marca y mejoren su imagen pública”, señala Kpmg, si bien la firma se refiere sobre todo a entidades con una presencia más global, como el Paris Saint-Germain (PSG) con Qatar o el Manchester City con Abu Dhabi. “Los propietarios pueden optar por aprovechar las oportunidades de marca y patrocinio para otras compañías/productos que poseen o están asociados”, recuerda. Y no hay que olvidar que, si algo tienen los denominados clubes-estado, son patrocinadores de esos países.

 

 

 

 

Esta visión política de la compraventa de clubes también se refiere a China, según el estudio, pues adquisiciones como la del Espanyol de Barcelona por Rastar o el Granada CF por DDMC se produjeron después de que el Gobierno de Xi Jinping anunciara un plan estratégico para convertir al gigante asiático en una potencia mundial del deporte rey. “Permitió en ciertos casos la compra de clubes como una forma de poder blando para lograr una posición política o un posicionamiento comercial más ventajoso dentro de la economía de más rápido crecimiento del mundo”, resume Kpmg, sobre las motivaciones de empresarios locales para invertir en Europa.

 

En opinión de Marco, y pese a excepciones como la del Reus Deportiu o el Córdoba CF, “lejos quedan los tiempos en los que el comprador no pagaba nada por un club en concurso de acreedores a cambio de asumir la gestión del mismo y/o hacerse cargo de parte de la deuda, algo que, a la postre, no siempre ocurría”. Ahí jamás se encontrará al tercer perfil que identifica Kpmg, que es el de la “inversión cultural” por parte de empresarios locales, que encajaría en mayor o menor grado con una docena de equipos de LaLiga.

 

“Las personas locales y ricas pueden ver a un club como una plataforma para asumir un papel más amplio y retribuir a la comunidad”, añade en su estudio. Es un retrato que encaja con el de la familia Roig en el Villarreal CF, al que salvó en más de una ocasión; el grupo empresarial Pitma, que rescató al Real Racing Club con una inversión de 20 millones de euros desde 2016, o la decisión de Abanca de asumir la propiedad del Dépor para recortar su deuda en 35 millones y asegurar su viabilidad en una temporada que ha coqueteado con el descenso a Segunda B.

 

El cuarto modelo de propiedad que identifica la firma de servicios profesionales es el del club social, que en España sólo preservan Athletic Club, CA Osasuna, FC Barcelona y Real Madrid en la élite. Otros, como Real Betis, Real Sociedad, SD Eibar o Levante UD han intentado preservar esa idea de multipropiedad pese a convertirse en SADs por ley, si bien se han acabado creando bloques accionariales para dar estabilidad.

 

“Mientras un club de fútbol siga funcionando en el campo al mismo nivel que cuando lo compraste, mantendrá su valor y probablemente lo aumente. Es un activo a largo plazo que espera que aprecie”, concluye Rory Miller, profesor de la Universidad de Liverpool. Eso sí, siempre con permiso de los derechos de televisión y la futura reorganización del sistema de competiciones en Europa.