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2018: ACB, punto y aparte para crecer

El último año ha sido un periodo en que la Liga Endesa ha empezado a trabajar para sentar los pilares de crecimiento para el futuro. El nombramiento de un nuevo presidente ha dado esperanzas a la ACB, adolecida tras meses de bloqueo y falta de consenso entre los 18 clubes que forman parte de la organización.

P. López

18 dic 2018 - 04:59

La ACB tiene pendiente de decidir si reduce a 16 el número de participantes de la competición

 

 

Que la ACB es una de las competiciones nacionales de baloncesto más seguidas en Europa no es una novedad. Aun así, y pese a su hegemonía en el Viejo Contiente, la competición atraviesa una fase de profunda reflexión sobre cómo hacer la Liga Endesa más atractiva para el aficionado y las nuevas generaciones, cómo acercarlo al público femenino y cómo encarar un futuro incierto: los clubes no han decidido cuál debe ser el formato de competición que eleve la calidad del producto y encaje con los intereses de todos los equipos.

 

Si hubiera una palabra para definir el año 2018 para la ACB, ese término sería cambio. Algunos ya se han materializado, mientras que otros continuan siendo asuntos por resolver. Si bien ha sido un año de cambio en la dirección y en las condiciones salariales de los jugadores, aún no se ha acordado la reducción de equipos ni se ha firmado el nuevo convenio colectivo que regule los derechos y las obligaciones de los jugadores y de la patronal. En esas negociaciones jugará un rol relevante Antonio Martín, que en verano tomó el relevo de Francisco Roca como presidente de la ACB.

 

La elección de Martín ha generado cierta esperanza tanto en el seno de la entidad como en los actores que juegan en el entorno de la canasta. La Asociación de Baloncestistas Profesionales (ABP) tiene mejor sintonía con Martín al frente de organismo y ve con buenos ojos que en el pasado fuera jugador de élite. Los clubes, por su parte, le votaron por unanimidad y su elección fue la primera decisión plenamente consensuada en los últimos años.

 

 

 

 

“Es una buena noticia que haya unidad tras varios años de quiebre en la entidad”, señalan fuentes de la ACB. Una rotura que se puso de referencia con la dimisión de Francisco Roca, que decidió abandonar la presidencia en 2017. El desencadenante fue la falta de acuerdo de los equipos para aprobar la reducción de participantes, una iniciativa que contaba con el apoyo expreso del Consejo Superior de Deportes (CSD) y de la Federación Española de Baloncesto (FEB).

 

Era una medida que la dirección propuso para frenar las amenazas de abandonar la competición de Real Madrid, Barça Lassa, Unicaja Málaga y Kirolbet Baskonia. Se perseguía el objetivo de aligerar el calendario y elevar los estándares de calidad del torneo.  Roca entendió el apoyo del CSD y de los clubes con más base de aficionados como una oportunidad de oro para rebajar la liga de 18 a 16 equipos, pero no salió adelante, y todavía hoy figura en la carpeta de asuntos pendientes al igual que la firma del convenio.

 

Este año se han fijado las bases y alcanzado acuerdos relacionados con el incremento del salario mínimo, que crecerá un 10%. El principal escollo de las negociaciones fue el fondo social, una aportación que realizan los clubes para financiar el sindicato. Las entidades querían dejar de abonar esa tasa, mientras que la ABP quería mantenerla.

 

 

 

 

La falta de acuerdo hizo peligrar la celebración de la Copa del Rey 2018, pero finalmente se alcanzó un acuerdo de mínimos que permitió disputar uno de los torneos más seguidos de la temporada. Del acuerdo se desprende que los clubes irán abonando temporada a temporada una menor cantidad al fondo social. El sindicato, por su parte, establecerá un mecanismo de pago de cuotas a sus asociados a partir de la próxima temporada; en ningún caso será obligatorio, según afirma el presidente de la ABP, Alfonso Reyes.

 

Otro de los cambios es que este año se ha optado por dividir en dos la dirección de la ACB. Por un lado está Martín como presidente ejecutivo. Por otro lado, se ha creado el puesto de director general, asumido por José Miguel Calleja, la persona que realizó la auditoría interna del organismo y la figura que hizo de enlace entre la ejecutiva de la ACB y la comisión delegada durante el periodo en que la patronal no tenía presidente. En un primer momento se planteó la opción de que le presidente jugara un papel de representación y el director general ejerciera una función ejecutiva, pero finalmente la patronal ha optado por implicar ambos cargos en la dirección.

 

La apuesta por Calleja se entiende como un movimiento con el que la patronal busca profesionalizar más su gestión y poner en práctica una política de ajustes que tienen como objetivo mejorar el producto e incrementar los ingresos. La apuesta por el directivo fue casi unánime, con la única excepción del Saski Baskonia, que no votó a favor.

 

 

 

 

 

Ahora, Calleja dirige el timón de una nave que espera llevar a buen puerto, y la hoja de ruta pasa por garantizar la buena gestión de una asociación que en 2016-2017 facturó 28,4 millones de euros. Para incrementar los ingresos, la competición ha contratado a un director de marca, Ricardo de Diego, con el que espera mejorar el posicionamiento de la ACB y desarrollar la imagen de la competición para hacerla crecer no sólo en España, sino también en Europa.

 

El proceso de reestructuración no sólo ha puesto la entrada de nuevos profesionales, sino que también se han producido salidas. En concreto, las de Gerard Freixa, director financiero y de eventos; Jordi Cañellas, director de márketing y patrocinios, y Javier de la Chica, director del área de negocio, que cesaron en verano.

 

Con las incorporaciones, la ACB persigue uno de sus mayores retos: ser más relevante para un público más heterogéneo. En ese desafío cobra especial relevancia Movistar+, partner audiovisual de la competición y patrocinador hasta 2020-2021. Hasta esa temporada, la plataforma de televisión de pago tiene los derechos para emitir en exclusiva en España la competición, y este ha sido precisamente el gran hito de la patronal en 2018: asegurarse la continuidad de un contrato que asegura ocho millones de euros a través de la emisión de partidos y más de siete millones en concepto de patrocinio.

 

 

 

 

Para firmar ese contrato se ha sacrificado la emisión de los partidos en abierto, a cambio de disponer de contenido de mayor calidad, que durante la pasada temporada convencieron a 3,7 millones de espectadores en directo, según  datos de Kantar Media. A cambio, la plataforma de televisión de Telefónica se ha comprometido a innovar para ofrecer una retransmisión que genere engagement. En definitiva, una emisión que cumpla con las exigencias de la base de aficionados, que durante años se ha quejado de que el producto televisivo de la ACB no estaba a la altura de una competición de primer nivel.  Y, en ese camino, la patronal ve al socio más acertado a Movistar+, pues también tiene los derechos audiovisuales de la NBA y, durante esta temporada, la Euroliga en España.

 

En los últimos doce meses también se ha jugado partidos importantes en los despachos. Divina Pastora Seguros Joventut ha conseguido el apoyo económico de un vehículo inversor vinculado al gigante farmacéutico Grifols. Su entrada ha supuesto una inyección de 3,7 millones de euros que le permitirán liquidar su deuda y armar un equipo competitivo para asegurar su permanencia en la ACB. Este mismo objetivo es el que ha llevado al Movistar Estudiantes a recurrir a sus accionistas para captar un millón de euros con lo que poder competir con garantías. El Bilbao Basket, por su parte, ha decidido declararse en concurso de acreedores para poder pactar con Hacienda la devolución de parte de su deuda mientras busca su regreso a la máxima competición.

 

Otro de los desafíos de la competición es conseguir congregar a más aficionados en los pabellones. Hasta noviembre, la asistencia de la ACB superó el medio millón de fans, pero reunió a un 7% menos de aficionados en los días de partido. Cada recinto deportivo atrae de media a menos de 6.000 seguidores por partido, y se dan grandes desequilibrios entre los equipos: el San Pablo Burgos promedia una capacidad del 96%  y una media de 9.125 seguidores, tan sólo superado por el Baskonia, con 9.147 aficionados por encuentro. La otra cara de la moneda es el Deteco GBC tan sólo ocupa el 22% de los asientos de su pabellón, al que acuden de media 2.409 seguidores. Otra de las aficiones más fieles de la competición es la de Movistar Estudiantes, que pese a que este año está peleando por no entrar en zona de descenso, reúne a 7.764 seguidores en el WiZink Center.

 

Para explicar este fenómeno, la ABP apela a la falta de identificación del aficionado con el club. “Cuesta que el fans se sienta identificado, y es vital que lo haga porque una liga es más atractiva cuantos más seguidores tiene”, sostiene el presidente del sindicato, Alfonso Reyes. Se trata de un reto de altura para una competición que año tras año exporta talento a la NBA.