Opinión

Los Juegos-Mundiales del Fútbol

Álvaro Fernández-Luna

24 ene 2017

Si hiciéramos un análisis de las principales diferencias entre la fase final de un Mundial de Fútbol y unos Juegos Olímpicos (de verano), además de la evidente divergencia de deportes –1 frente a 42 disciplinas– o del número de deportistas involucrados, subyace otra no menos importante: la cantidad de países participantes en el evento –32 en el Mundial de Brasil 2014 frente a los 207 en Río 2016–. De modo que parece que la Fifa ha tomado muy en consideración que la palabra "Mundial" debería incluir a la mayor cantidad de países posibles.

 

Ahora bien, la disputa de una fase final con 48 equipos clasificados supone una mayor dificultad en muchas áreas –desde gestión de la competición, logística, espectáculo o repercusión hasta aspectos relacionados con el marketing–, un desafío que, sin duda, la Fifa quiere compartir con los países anfitriones.

 

Así, el primer reto a afrontar está relacionado con la propia gestión de la competición. El evento pasa de 64 partidos a 80. La Fifa ha anunciado la creación de 16 grupos de tres equipos que jugarán dos partidos para determinar los dos clasificados que pasarán a los siguientes dieciseisavos de final, y de aquí un sistema de Playoffs hasta la final. El principal reto es saber qué pasará si hay un más que previsible empate a puntos en la fase de grupos, ya que las posibilidades han aumentado considerablemente. Para ello se supone que se lanzarán tandas de penalti tras el partido, pero ¿se hará en los partidos terminados en empate o en todos los partidos de esta fase (incluidos en los que el resultado haya sido 4-0)?

 

Tampoco hay que olvidar la logística. El campeonato no tendría por qué albergar más sedes (estadios), dado que la utilización de las mismas actualmente es pequeña; pero sí serían necesarios más campos de entrenamiento e instalaciones donde puedan alojarse los deportistas, lo que redunda en un incremento de las medidas de protección, los desplazamientos y el control de operaciones. Además, el que haya más aficiones involucradas aumentará la necesidad de reforzar la seguridad en cada zona.

 

Asimismo, se supone que a la fase final de un Mundial llegan las selecciones más en forma y de mayor calidad. Consecuentemente, el aumento del número de países plantea un descenso en la calidad de los deportistas y de los partidos. Aunque el sorteo de grupos ya desemboca en una cierta desigualdad al emparejar a cabezas de serie con selecciones de rango medio, el abanico del nuevo marco será mayor, por lo que presumiblemente habrá partidos con poca emoción y enjundia futbolística.

 

Y, por último, pero no por ello menos importante, está el reto de la repercusión. Si ya de por sí este evento tiene una audiencia planetaria tan solo comparable a unos Juegos Olímpicos, la posibilidad de clasificación aumenta para un gran número de selecciones cuyas perspectivas eran escasas con el formato actual. Países grandes como China o India o más pequeños como Guatemala o Egipto tendrán serias opciones, lo que involucrará de manera directa a un mayor número de espectadores y aficionados.

 

Post de Álvaro Fernández y Pablo Burillo, profesores de la Escuela Universitaria Real Madrid

Álvaro Fernández-Luna

Álvaro Fernández-Luna

Álvaro Fernández-Luna, profesor de gestión deportiva y márketing deportivo de la Universidad Europea.