Opinión

Los estatutos del Real Madrid, mucho ruido y pocas nueces

Palco23

26 nov 2015

En los últimos meses se ha hablado mucho sobre democracia interna en grandes clubes como Real Madrid y FC Barcelona. Lo cierto es que esta cuestión plantea un debate muy interesante, sobre cómo las dinámicas propias de unas entidades que pertenecen a miles de socios con el mismo poder pueden afectar a un negocio más propio de una multinacional, pero hay un problema adicional que debería atajarse de raíz: el papanatismo de algunos para lograr notoriedad.

 

En Palco23 hemos decidido no dar cuenta de toda la polémica sobre los estatutos del Real Madrid por un simple motivo: la demanda no tiene sentido. Puede molestar y parecer antidemocrático que no todos los socios puedan optar a presidir un club social si no son capaces de avalar un importe equivalente al 15% del presupuesto, pero no es menos cierto que esa misma exigencia se le exige a FC Barcelona, Atheltic Club, CA Osasuna y cualquier club deportivo. Y es que eso no es un capricho de nadie, ni de Florentino Pérez, sino una exigencia de la Ley del Deporte.

 

Se trata de una medida razonable, que persigue evitar una mala gestión en entidades que no se rigen por la legislación de las SAD, en las que durante las últimas dos décadas sí se han producido movimientos para dejar el control de algunos equipos en manos de muy pocos. Puede gustar más o menos porque en organizaciones con presupuestos de hasta 600 millones pueden exigir un aval de 90 millones de euros, ¿pero es que nadie quiere que el gestor de una multinacional deba responder si procede de una mala gestión?

 

Otro de los puntos con los que se acusaba a Pérez de convertir el Real Madrid en su cortijo era solicitar que el socio aspirante a presidente tuviera una antigüedad mínima de 20 años como socio. Es cierto que en este caso es una exigencia superior a la que, por ejemplo, se pide en el Barça (10 años), pero la Fiscalía, que ayer se posicionó del lado del club, recordó que en torno a 29.000 socios cumplían esa condición, por lo que no puede decirse que se restrinja a muy pocos la posibilidad de ser presidente. La cifra se elevaba a 84.000 para aquellos que quisieran ser directivos.

 

Por concluir, al actual presidente madridista se le pueden criticar muchas cosas, como no haber sabido diseñar un modelo de fútbol formativo capaz de nutrir el once inicial del primer equipo ni dar estabilidad a ningún técnico, pero las acusaciones sobre la reforma de los estatutos tiene visos de no ir a ningún lado y todo parece ir más dirigido al pim, pam, pum mediático que tanto gusta en este sector.

 

Dicho eso, esta cuestión y la del nulo poder de las asambleas sí plantea un debate importante que desde el Gobierno debería afrontarse: adaptar la Ley del Deporte y algunas de sus exigencias a la realidad de grandes corporaciones como Madrid, Barça o Athletic Club, de manera que éstas puedan funcionar como una empresa sin mantener su alma de club social. Es un reto complejo, pero que mejor momento para hacerlo que con el arranque de la próxima legislatura.

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