Opinión

El futbolista, más allá del dato

El futbolista, más allá del dato

Alberto García

3 dic 2019

El resultado inmediato al que están sometidos los profesionales de los clubes de fútbol conduce a que buscar valores diferenciales con respecto a sus competidores sea una obligación. Por este motivo, analizar todo lo sucedido en un terreno de juego ha dado paso a la aparición de programas como Mediacoach, Wyscout o Instat. En definitiva, el tan mencionado big data que es utilizado de forma habitual por aquellos profesionales, con la finalidad de tener mayores probabilidades de éxito en la toma de decisiones.

 

En las direcciones deportivas actuales, y bajo mi punto de vista de forma muy acertada, es más que habitual ver cómo se invierten recursos en tecnología encaminados al análisis de eventos y tracking generados en los partidos, con tal de obtener datos objetivos y parámetros para poder determinar qué jugadores pueden ser los más idóneos a la hora de ser contratados.

 

Ha quedado evidenciado que, para evitar fichar jugadores que no cumplan con las expectativas (o se aproximen lo máximo posible al perfil buscado), es necesaria la evaluación del futbolista desde todos los puntos de vista posibles. Esto incluye desde las situaciones más tradicionales, como es el visionado en directo o vídeo de manera subjetiva, hasta todos aquellos datos que pueden ser extraídos masivamente y posteriormente parametrizados de un partido de fútbol.

 

 

 

 

Pero, ¿realmente a través del dato podemos eliminar todas las incertidumbres? ¿Nuestras decisiones sólo tienen que estar basadas en descifrar o segmentar los parámetros que nos permite obtener la tecnología? ¿Debemos solamente basarnos en nuestro criterio subjetivo?

 

Mi experiencia, después de casi una década en el fútbol profesional, es que el jugador es casi tan importante por lo que desarrolla en el terreno de juego, es decir, lo analizable por la tecnología, como por su componente personal. Esto último se entiende desde cómo se desarrolla el futbolista dentro de un grupo, su predisposición al entrenamiento, si tiene sentimiento grupal o crece a raíz de objetivos individuales. En definitiva, todo aquello que los datos no nos muestran y que es fundamental para el desarrollo del trabajo en el día a día.

 

Después de haber pasado como jugador por varios vestuarios, comprendes la importancia del grupo humano, de la necesidad de priorizar el objetivo colectivo por encima del objetivo individual, y de entender que las probabilidades de éxito aumentan cuando un grupo de jugadores convive en un vestuario en el que prioriza el bien común.

 

Esta relevancia que intento darle al componente personal del futbolista se ve reflejada cuando llega el momento de hacer frente el fichaje de un futbolista. Es muy habitual que, verano tras verano, los propios jugadores se encuentren con alguna llamada de teléfono para hacerles preguntas del tipo: “¿Cómo es tu compañero a nivel personal?”, “¿Qué tal es cuando no juega?”... Este proceso tan básico y arraigado evidencia la importancia que tiene el aspecto humano del futbolista, pero, bajo mi punto de vista, si está complementado por otras vías como podrían ser entrevistas personales y un ojo entrenado del scout capaz de analizar ese otro aspecto, considero que el análisis del jugador es mucho más profundo. Sólo a través de una investigación cualitativa pueden percibirse atributos como si un futbolista tiene capacidad para liderar una línea o si su carácter es propenso a ayudar a un grupo en situaciones difíciles.

 

 

 

 

Todos hemos podido ver, tanto en el propio vestuario o desde la distancia, cómo un jugador ha tenido un rendimiento determinado dentro de un grupo y, tras pasar a otro club, pasa a ser un jugador diferencial o por el contrario, parecer que está muy por debajo de sus capacidades. Ello, en menos de dos meses, es decir, sin tener tiempo a recibir un entrenamiento que haya modificado ostensiblemente sus capacidades. Es en este punto cuando siempre me viene a la mente una frase que me quedo gravada de un gran amigo: Toda performance que estemos evaluando siempre está condicionada por una situación que no controlamos; un problema personal, que se encuentre cómodo en ese entorno, etcétera”.

 

No me gustaría que se interpretara que no soy un creyente de la valoración objetiva que reportan los datos; es más, a lo largo de mi carrera deportiva he dedicado tiempo a analizar la información que me han facilitado los distintos cuerpos técnicos que he tenido, y los penaltis podrían ser un ejemplo. Cada vez que me enfrento a un lanzador utilizo los datos para decidir cuál será mi decisión llegado el momento. Pero debo añadir que mi decisión no sólo está basada en una estadística, sino que siento que me enfrento a una persona, en la que pese a que sus números digan que el penalti será lanzado a un lado determinado, intento analizar más cosas: cómo le está yendo el partido a nivel personal, el estado del césped… Todos esos elementos también son parte de su decisión y, porque quizás el lanzador también me ha estudiado a mí, convierten al dato en un elemento más a tener en cuenta en esa batalla psicológica, no en el elemento como verdad absoluta.

 

Por todo lo expuesto y siempre bajo el entendimiento de que la tecnología es una herramienta que ha llegado para la mejora de nuestro deporte, no podemos dejar de invertir en la profesionalización y especialización de aquellos profesionales llamados scouts. Dejar de entrenar al ojo que capta talento es tan o más perjudicial que darle la espalda a la tecnología, porque no hay que olvidar que aquellos datos que nos llaman la atención de un jugador siempre van acompañados de unas circunstancias, no medibles, que le empujan a rendir a ese nivel. Por eso entiendo que si crecemos en cuanto a mejorar los procesos tecnológicos pero no avanzamos en la formación del recurso humano encargado de detectar todos esos intangibles seguiremos asumiendo un riesgo cuando decidamos incorporar a un jugador. En definitiva, el fútbol va de personas.

Alberto García

Alberto García

Alberto García es actualmente futbolista profesional y ejerce como portero del Rayo Vallecano. Estudiante del Grado de Derecho en la Universidad Camilo José Cela, también ha cursado el máster de sports business administration (SBA) del Centro de Estudios Garrigues. Previamente, y en paralelo al inicio de su carrera deportiva, cursó otro máster de gestión deportiva en Iesport. Como atleta, ha jugado en Real Murcia, Córdoba CF, Real Sporting y Getafe CF, consiguiendo varios ascensos a Primera División. Actualmente, también da charlas sobre liderazgo y la importancia de los grupos de trabajo dentro de las organizaciones.