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De las tiendas de Real Madrid y Barça al ‘gym’ de la sala VIP: el deporte toma los aeropuertos españoles

El tráfico en los centros de Aena no ha dejado de crecer, con 250 millones de pasajeros en 2017, y es algo que quieren aprovechar tanto los principales clubes de fútbol del país como algunas marcas deportivas, mientras que se abre una nueva puerta para los gimnasios.

De las tiendas de Real Madrid y Barça al ‘gym’ de la sala VIP: el deporte toma los aeropuertos españoles
De las tiendas de Real Madrid y Barça al ‘gym’ de la sala VIP: el deporte toma los aeropuertos españoles

G.G.Recio/P.López

7 ago 2018 - 05:00

FC Barcelona y Real Madrid no dejan escapar la oportunidad de atacar a los turistas internacionales que visitan España

 

 

El tráfico aéreo es cada vez mayor en todo el mundo, con ciudadanos que no entienden de fronteras y el lanzamiento de nuevas aerolíneas que hacen mucho más barato viajar de Estados Unidos a España. Este panorama lo aprovechan cientos de cadenas de moda para vender sus productos mientras los pasajeros esperan su avión, pero desde hace unos años el deporte también tiene un hueco en este espacio tan singular.

 

Ejemplo del gran atractivo que ofrecen este tipo de ubicaciones es que Áreas abrió hace unos meses un local en la Terminal 2 del Aeropuerto de Barcelona-El Prat, donde está instalado un punto de venta de Adidas con merchandising del Real Madrid. Se trata del tercer punto de venta de la entidad presidida por Florentino Pérez en un aeropuerto, ya que cuenta con dos locales en el Adolfo Suárez Madrid-Barajas.

 

El FC Barcelona también cuenta con una tienda en cada una de las dos terminales del aeródromo de la capital catalana, en su caso gestionadas por United Labels. En esta instalación también ha decidido abrir otro punto de venta Buff, especializada en artículos de outdoor. El establecimiento situado en la T2, puesto en marcha este 2018, se suma al que la empresa ya operaba en la terminal 1 del complejo.

 

Esta tendencia persigue abrir mercado entre el creciente número de pasajeros en el Aeropuerto de Barcelona-El Prat, que cerró 2017 con un nuevo récord histórico: 47,2 millones de usuarios, un 7,1% respecto al también récord del año anterior. Pero no se trata sólo de un caso puntual por el alza del turismo en la capital catalana, ya que el conjunto de aeropuertos de la red de Aena registró 249,2 millones de pasajeros el pasado año, un 8,2% más.

 

 

 

 

En el aeropuerto de Mallorca, por ejemplo, hay un local ocupado por ClubstoHire. Se trata de una empresa dedicada a la venta y al alquiler de equipamiento y accesorios para la práctica del golf, un deporte muy popular entre los turistas alemanes y británicos que se acercan hasta la isla balear para disfrutar de unos días jugando a este deporte.

 

Sin embargo, excepto en un caso concreto de un asociado de Base Detall Sport que tiene una tienda en el aeropuerto de Gran Canaria, no hay una cultura extendida entre las cadenas de distribución de elegir este tipo de ubicaciones en España. En Reino Unido, JD Sports tiene puntos de venta en los aeródromos de Manchester, London Stansted, Gatwick, Liverpool, Bristol, Birmingham, Edimburgo, East Middlands y Glasgow. ¿Replicará en la Península Ibérica su estrategia próximamente?

 

A escasos metros del aeropuerto de Belfast, Decathlon cuenta con un centro de gran formato, mientras que en el de Lisboa hay una pequeña tienda llamada Sports at Heart que vende merchandising como un producto más de souvenir. La misma filosofía sigue el Bay Area Club House en el aeropuerto de San Francisco, mientras que Nike es la única marca de renombre con un establecimiento en una instalación de este tipo, concretamente en el aeropuerto de Singapur.

 

Las marcas deportivas y los clubes no son los únicos que explotan espacios en los aeropuertos; los gimnasios también hacen lo propio. Es un segmento que, hasta el momento, no han aprovechado las cadenas que operan fuera de las terminales. Por ejemplo, Anytime Fitness es la mayor red de clubes del mundo, pero su core business está, de momento, fuera de las instalaciones aeroportuarias, dentro de centros comerciales o a pie de calle.

 

 

 

 

Las compañías que explotan un gimnasio en una terminal son aquellas que no confían buena parte de su facturación al pago de un abono. Al contrario, su volumen de ingresos depende del pago por uso. Un ejemplo de ello es Roam Fitness, que opera un espacio en el Aeropuerto Internacional de Baltimore-Washington, y próximamente abrirán dos más en la Terminal 2 del Aeropuerto de San Francisco y en San Diego. “No podemos acortar el tiempo de espera en las escalas o cuando hay retrasos, por lo que tenía sentido ofrecer un espacio donde hacer deporte, descansar y mantenerse sano”, explica Ty Manegold, fundador y director general de Roam Fitness.

 

La compañía aspira a amenizar el tiempo de espera y aumentar la productividad y la salud de los viajeros. El directivo es consciente de que este servicio está enfocado a un público de poder adquisitivo alto; “es un servicio premium y, para posicionarnos en este sentido, nos hemos asociado a marcas como Technogym y Lululemon”, comenta.

 

El plan de vuelo para conseguir abrir un club de fitness en el aeropuerto se basa en una “estrategia para hacerle ver a las empresas que gestionan y alquilan los espacios que sus viajeros desean disponer de un gimnasio en el aeropuerto”. En España, sólo la T1 de Barcelona ofrece un servicio de fitness, pero en lugar de está abierto a todos los usuarios, es exclusivo para los clientes de la sala VIP. El espacio, que está gestionado por las empresas Work Team y Sky Management, cuenta con 344 metros cuadrados y dispone de vestuarios, ducha y máquinas de musculación y cardio.

 

Aunque no es exactamente deporte, en el Aeropuerto de Sidney hay un centro de estiramientos asistido, donde un flexólogo ayuda a realizar posturas para mejorar la calidad del viaje. También ha habido intentos por tener un campo de golf de dimensiones reducidas en las antiguas instalaciones del Real Club de Golf El Prat, aunque el concurso quedó desierto en 2013. En un futuro, ¿podrán los pasajeros comprarse unas mallas y hacer una clase de yoga mientras esperan su vuelo con retraso?