Entorno

Múnich 1972, los Juegos Olímpicos secuestrados que se tiñeron de negro

El 5 de septiembre de 1972, un comando terrorista perteneciente a la organización Septiembre Negro entró en la villa olímpica y secuestró a varios deportistas israelíes, exigiendo la liberación de 200 guerrilleros palestinos.

Múnich 1972, los Juegos Olímpicos secuestrados que se tiñeron de negro
Múnich 1972, los Juegos Olímpicos secuestrados que se tiñeron de negro
Los terroristas pedían la liberación de 234 presos palestinos en Israel.

David García Martínez

17 sep 2024 - 05:00

La Guerra entre Israel y Palestina que salpicó a los Juegos Olímpicos. Los vigésimos Juegos Olímpicos, que se celebraron en la ciudad alemana de Múnich en 1972, serán recordados por el secuestro y asesinato de once atletas israelíes a manos del comando terrorista perteneciente a la organización Septiembre Negro.

 

La cita olímpica arrancó un 26 de agosto de 1972 y nadie se esperaba que tan solo diez días después, el 5 de septiembre, un grupo terrorista armado entrase en la villa olímpica de la ciudad germana, sembrando el caos y tiñendo de negro unos Juegos Olímpicos. El acto venía precedido por una decisión del Comité Olímpico Internacional (COI), que meses antes había rechazado la participación de una delegación de atletas palestinos en la cita olímpica.

 

De hecho, por aquel entonces, Palestina no estaba reconocida como estado. No fue hasta los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, cuando el país de Oriente Próximo envió por primera vez una delegación a una cita olímpica.

 

La noche del 4 de septiembre de 1972, ocho miembros de la organización terrorista Septiembre Negro entraron en el pabellón en el que dormía parte de la delegación israelí. Los atacantes, vestidos con chándales deportivo y acompañados de grandes bolsas, fueron ayudados a entrar en la zona restringida por dos jugadores del equipo canadiense de waterpolo, al mimetizarse con otros olímpicos que volvían a la villa olímpica a altas horas de la madrugada.

 

 

 

 

Esas bolsas, lejos de tener material deportivo, estaban llenas de fusiles de asalto AK-47, kalashnikov, munición y granadas de fragmentación. Todo lo necesario para sembrar el caos. Su objetivo pasaba por pedir la liberación de 234 presos palestinos en Israel, así como la de Andreas Baader y Ulrike Meinhoff.

 

El comando terrorista estaba liderado por Luttif Afif, apodado Issa o Jesús en árabe. Una vez dentro de la villa, los armados se dirigieron a los apartamentos número 31 y tres, lugar en el que se cometió el asesinato de Moshe Weinberg, luchador, y Yossef Romano, levantador de pesas, después de que los dos deportistas israelís se revelasen. Tras los dos decesos, los terroristas tenían secuestrados a nueve rehenes y amenazaron con matar a cada uno de ellos hora tras hora si no se atendía a sus peticiones.

 

Los esfuerzos de la policía alemana para reducir a los secuestradores fueron en vano. El primer intento pasó por disfrazar a policías de deportistas y cocineros, haciéndoles entrar en la villa olímpica a través de los conductos del aire. Manolo Carballo, plusmarquista español de cien metros lisos, explicó en una entrevista a El País que tanto los deportistas como los terroristas veían la estrategia germana desde los balcones de la habitación, además de por televisión, ya que se estaban retransmitiendo los hechos en directo.

 

Tras horas de calma tensa, a las cinco de la tarde, los secuestradores solicitaron ser trasladados a El Cairo (Egipto), junto a los nueve rehenes iraníes, a lo que la policía alemana aceptó. En paralelo, y en secreto, la Bundespolizei preparó una emboscada en el aeropuerto militar de Fürstenfeldbruck, a donde los secuestradores se habían dirigido en helicóptero desde la villa olímpica.

 

 

 

 

Un primer disparo a las diez de la noche desató el caos. La emboscada no salió como se esperaba. Tiros cruzados acabaron con la vida de los nueve deportistas israelíes secuestrados horas antes, así como con la de cinco de los ocho terroristas palestinos. A los tres que quedaron en vida se les persiguió hasta matar a dos de ellos, en la que fue llamada como operación Ira Divina.

 

Por aquel entonces, todo el mundo ya estaba al corriente del terror que se había vivido en la villa olímpica de Múnich. El, por aquel entonces, presidente del COI, el estadounidense Avery Brundage, compareció ante los medios para explicar lo sucedido: “los Juegos Olímpicos de la vigésima Olimpiada han sido objeto de dos ataques salvajes”.

 

Brundage continuó su discurso sentenciando que “los Juegos Olímpicos deben continuar; no podemos permitir que un puñado de terroristas destruya este núcleo de cooperación internacional y buena voluntad que es el movimiento olímpico”. Sus deseos fueron órdenes y 34 horas después de la entrada de los terroristas, los Juegos Olímpicos se reanudaron.

 

Únicamente la delegación de Israel, el equipo de atletismo de Filipinas, varios deportistas de Noruega y otros pocos de Países Bajos decidieron poner fin a su andadura en los vigésimos Juegos Olímpicos. Aquellos serán recordados como los Juegos Olímpicos en los que se apagó una llama que, previamente, se manchó de sangre y se tiñó de negro.