Entorno

El jueves negro del deporte: cómo se gestionó una crisis que deja el año en el aire

Tras días de espera, los ejecutivos precipitaron la toma de decisiones que amenazan con cortar el crecimiento ininterrumpido del negocio en los últimos años. Suspensiones, despidos temporales y cancelaciones de contratos comerciales y audiovisuales, obstáculos para la remontada.

Marc Menchén

16 mar 2020 - 04:59

El jueves negro del deporte: cómo se gestionó una crisis que deja el año en el aire

 

 

“La peor mañana en años, y mira que llevo tiempo en esto”. “Es una decisión dolorosa, pero no queda otra que arrimar el hombro”. “Por responsabilidad”. El jueves se desató la tormenta que toda la industria del deporte veía llegar por el retrovisor y aspiraba a que no le alcanzara. Tras días esperando a que las autoridades movieran ficha, la víspera del viernes 13 se produjo la mayor avalancha de cancelaciones de eventos y cierres temporales de negocios que jamás se había visto en el sector. Así se fraguó una operativa que persigue un doble reto: preservar la salud de las personas, y evitar que este capítulo rompa con el crecimiento ininterrumpido de una industria que mueve 14.650 millones de euros en España.

 

El jueves los teléfonos empezaron a echar humo desde el primer minuto, desde el mundo del fitness al de la alta competición, pasando por los retailers deportivos. La decisión de Madrid de prohibir la apertura de los centros deportivos municipales marcaba el inicio de un goteo constante de anuncios por parte de operadores privados, muchos de los cuales decidían anticiparse a la Administración. “Es un tema que hay que dar pasos adelante, tenga el coste que sea”, admitía a este diario el director general de una de las principales cadenas españolas de fitness. 

 

El impacto económico que tendrá la clausura de todos los gimnasios durante unas semanas no está claro, aunque otro de los ejecutivos más relevantes se mantenía firme, pese al coste que tendrán que asumir. “Es el momento de dejar al lado la cuenta de explotación y desde la responsabilidad con humildad ayudar a minimizar el impacto de esta pandemia”, admitía.

 

 

 

 

Y lo hacía especialmente en un momento en el que la pelota estaba en el tejado de las empresas, que podían decidir si cerraban sin una orden gubernamental de por medio o se esperaba a la misma, como una gran mayoría ha hecho. No sería hasta el sábado por la noche cuando el Gobierno extendió a toda España la prohibición de abrir gimnasios y cualquier otra instalación deportiva.

 

Antes, la cuestión llegó a la patronal, e incluso a los grupos de WhatsApp que comparten muchos de ellos. Ahí, el debate era intenso, admiten algunos de sus participantes, entre los defensores de la primera corriente y los que seguían mirando fríamente los números.

 

“¡Hay que dar un empujón!”, pedían desde un operador, para que se extendiera a todo el sector la idea de cerrar inmediatamente todos los centros deportivos como medida para evitar una propagación mayor del coronavirus. En riesgo no sólo estaba la cuenta de resultados, sino la imagen de una industria que durante meses ha iniciado un trabajo de posicionarse como eje central de lo que debe ser una vida saludable.

 

Al final, el ejemplo de GO fit, Inacua, Metropolitan o Brooklyn Fitboxing acabó siendo seguido por el resto del sector, cuando ya se anticipaba la prohibición total de apertura que se empezó decretando en la Comunidad de Madrid y se extendió al País Vasco y Cataluña antes de que el Gobierno decretara el estado de alarma. ¿La consecuencia más dolorosa? La presentación de expedientes de regulación temporal de empleo (Erte) para los trabajadores de los centros deportivos afectados por el cierre temporal, algo que podría extenderse a los trabajadores de comercios de artículos deportivos. 

 

 

 

 

Es algo que asumían que pasaría, aunque muchos han decidido introducir complementos para que cobren el 100% de sus sueldos, como el grupo encabezado por Gabriel Sáez. “No nos queda otra”, resume otro empresario, consciente de que deberán echar mano de las ayudas del Gobierno para sobreponerse a un revés que esperan que sea temporal.

 

El escenario de los despidos temporales es uno que el deporte profesional no quiere ni imaginarse, aunque en el baloncesto femenino ya se han empezado a aplicar, como adelanta hoy este diario. Es la salida más factible para los clubes que asumen que no les entrará dinero en caja y no disponen de cláusulas que les den una salida específica, como sí tiene la NBA, que en su convenio colectivo estableció ajustes automáticos de los salarios en escenarios de “causa mayor”.

 

En el caso del fútbol, y como admitía este fin de semana el primer ejecutivo de un club de LaLiga: “Alguno puede pensarlo… pero es dificilísimo”, reconocía. “La verdad es que no nos hemos planteado esa situación hoy en día”, admitía otro. Eso sí, son diversos los despachos de abogados los que aseguran que ya se están elaborando los primeros informes encargados por los equipos para ver qué mecanismos tienen a mano. 

 

La alarma la hizo sonar muy pronto la propia patronal, que horas después de anunciar la suspensión temporal del curso hizo circular un informe demoledor. Si no se consigue reanudar la competición y poder finalizarla, aunque sea a puerta cerrada, los clubes podrían perder hasta 678,4 millones de euros en ingresos. Ahora bien, unos 549 millones se podrían salvar jugando sin público, ya que ese importe corresponde a los pagos pendientes por televisión.

 

 

 

 

El problema es mayor para competiciones internacionales con un calendario muy predefinido en el que los acuerdos audiovisuales o de patrocinio contemplan la disputa de un determinado número de pruebas. MotoGP de momento está recolocando algunas pruebas al final de 2020, algo que también intentará la Fórmula 1. “Las televisiones pueden mostrar cierta buena voluntad, pero al final son decisiones empresariales. ¿Qué hará Dazn si de repente no tiene nada que mostrar a sus suscriptores y se dan de baja?”, recuerda un intermediario.

 

“Tenemos que intentar acabar la temporada como sea”, admite otro alto ejecutivo del fútbol español. El miedo, admiten, es adoptar las citadas medidas de reducción de salarios, pues hacerlo de forma unilateral podría complicarles la continuidad de algunos jugadores el próximo curso. “Se podrá realizar el ajuste siempre y cuando LaLiga desarrolle una normativa que permita hacerlo, de acuerdo con AFE, CSD y Rfef”, admitían con urgencia desde un despacho.

 

Uno de los pocos ejecutivos que ha hablado públicamente estos días es Karl-Heinz Rummenigge, primer ejecutivo del Bayern de Múnich, y quien fue muy contundente al defender que sí se mantengan los partidos a puerta cerrada si los futbolistas están protegidos. “De lo contrarios, muchos clubes pequeños y medianos sufrirán problemas financieros y estarán en peligro”, advirtió.

 

“La realidad, asumo, es que la gente tendrá que cobrar sus nóminas y las empresas asumir las pérdidas”, admitía otro empresario del mundo del fitness. Su temor, compartido por muchos otros, es qué sucederá a medio plazo y cuánto tardarán en recuperar la confianza de los consumidores sobre la seguridad de entrenar con otras personas. Y lo mismo sucede con los espectáculos deportivos, temerosos de un vacío en las gradas por miedo al contagio una vez se cierre la crisis.

 

 

 

 

Ese es el otro punto importante que analizan todas las organizaciones deportivas, especialmente aquellas que asumen que este año ya no podrán disputarse, como el Barcelona Open Banc Sabadell de la ATP o podría suceder con grandes premios de motor o pruebas populares de running. “Vamos a tener un segundo semestre muy cargado, pero esperamos que el ticketing no se resienta”, admite un ejecutivo del mundo de los eventos de participación masiva.

 

El asunto más espinoso es el de los abonados, una cuestión que afecta especialmente a los clubes deportivos y centros de fitness. Viva Gym comunicó que devolverá el dinero a sus socios, puesto que “sacrifica los ingresos por cuotas” al cerrar desde este viernes todos sus centros. GO fit hará lo propio, mientras otros son más ambiguos.

 

En privado, la mayoría de equipos de fútbol y baloncesto admiten que devolverán el dinero de las entradas a aquellos aficionados que no puedan acudir al partido que eligieron, pero con los abonados de temporada será otra historia. “Nuestra idea no es devolver importe de los abonos, pero sí que tomaremos medidas de compensación para próximas temporadas”, señalan desde uno de los equipos con mayor implantación social de España.

 

De las decisiones que se acaben adoptando dependerá que las consecuencias sean más o menos duras. “Esta crisis pasará y el deporte, además de ayudar a tirar del carro, tiene que ayudar al rearme moral de la sociedad”, confiaba este fin de semana un empresario. Es el consuelo, o más bien la ambición, con la que la industria afronta una crisis que podría suponer un año perdido para del deporte. En manos de ellos está.