Entorno

Del fútbol a las montañas: ¿cómo afecta la brecha norte-sur al modelo deportivo español?

Cantabria lidera el ránking de porcentaje de población federada, mientras que los habitantes del País Vasco son los que más invierten en deporte. El desigual desarrollo socioeconómico de las comunidades autónomas también se refleja en su ecosistema deportivo.

Álvaro Carretero

8 jul 2019 - 04:58

Cantabria lidera el ránking de porcentaje de población federada, mientras que los habitantes del País Vasco son los que más invierten en deporte. El desigual desarrollo socioeconómico de las comunidades autónomas también se refleja en su ecosistema deportivo.

 

 

Entre campos de fútbol, canastas y cordilleras. El deporte español está directamente marcado por la geografía y las condiciones climatológicas, que facilitan el desarrollo de las disciplinas que se practican al aire libre. De igual forma, los clubes profesionales han adquirido un papel protagonista, a través de los que se vertebra una gran parte de las estructuras de formación y que han impulsado el aumento de licencias hasta 3.743.191 federados. Ahora bien, ¿existe un único modelo deportivo a nivel nacional o las modalidades han ido variando en función del territorio?

 

Hasta ahora, son las propias comunidades autónomas las que llevan el peso de su propio ecosistema deportivo. El desarrollo de la actividad física en España es desigual y guarda relación con el nivel socioeconómico, la densidad poblacional y el papel del sector público y privado. Cataluña, Andalucía y Madrid concentran el 41% de las licencias federativas, mientras que Galicia y País Vasco, dos comunidades en las que el deporte ha adquirido una importancia capital durante las últimas décadas, les siguen en un segundo plano con más de 250.000 practicantes cada una.

 

Sin embargo, atendiendo al porcentaje de población que compite en alguna disciplina, Cantabria lidera el ránking, con un 12,6% de habitantes federados, seguida por País Vasco, con una penetración del 12,3% y Navarra, que alcanza a un 11,8% de sus ciudadanos. Andalucía (6,2%), Cantabria (6,4%) y Madrid (7%), están a la cola, por debajo de la media nacional, que se sitúa en el 8% de toda la sociedad española.

 

 

 

 

Por deportes, el fútbol es hegemónico. Supera el millón de licencias y es la modalidad más practicada en las diecisiete comunidades autónomas, seguida, en la mayoría de los casos, del baloncesto, el golf o la montaña. Más allá de estas disciplinas, que comparten un patrón de extensión geográfica, cada territorio tiene sus propias particularidades en base a su propia identidad, como el ciclismo, la pelota vasca, el surf, la caza o el judo.  

 

En comunidades como Cataluña, la principal potencia nacional en términos federativos, estas organizaciones gozan de mayor autonomía debido a su capacidad tractora y a la mayor cantidad de recursos económicos que mueven. Por el contrario, las administraciones han tenido que asumir un papel protagonista en Castilla-La Mancha y Extremadura, para suplir la ausencia de clubes y federaciones que cumplan esa función, principalmente en los entornos rurales.

 

Al papel que juegan las federaciones hay que sumar el de los clubes profesionales y otras entidades privadas, como las cadenas de gimnasios y las especializadas en turismo activo, entre otras. A la gran masa social que se cita cada fin de semana en los estadios de LaLiga o la ACB, se suma su red de canteras, que son la columna vertebral del deporte base en muchos municipios españoles.

 

 

 

 

Esta influencia es mucho más pronunciada en las ciudades pequeñas, ya que a menudo es su principal y único activo. Además, dado que su capacidad para atraer eventos deportivos de primer nivel es más limitada que la de ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao, los clubes suelen ser el principal escaparate para posicionarse como destino turístico y atraer un goteo constante de aficionados desplazados a los partidos.  

 

De hecho, es la propia afluencia de visitantes la que condiciona en gran medida la oferta deportiva de muchos territorios, sea a través del turismo activo o de los propios eventos. Comunidades como Castilla y León, Castilla-La Mancha y Extremadura priorizan la vinculación de la actividad al aire libre junto al turismo rural. Otras como Baleares y Canarias han optado por celebrar pruebas cicloturistas y de running durante la temporada media y baja para desestacionalizar la oferta. En País Vasco, incluso, la cantidad de solicitudes para albergar eventos deportivos es tal que las principales ciudades colaboran para repartirlos.  

 

Por otro lado, durante los últimos años se ha producido otro fenómeno que ha el desarrollo deportivo de las grandes ciudades. Actualmente, el grueso de la población no encuentra en la competición su principal motivación para ejercitarse, sino que la tendencia ha virado hasta el binomio deporte-salud. Esta asociación ha configurado tanto las políticas públicas como el auge de los operadores de gimnasios.

 

 

 

 

A cierre de 2018 había más de 4.000 instalaciones deportivas en España, 120 más que el año anterior. Ese ensanchamiento del mercado ha hecho que se acelere el proceso de concentración entre operadores y que se exploren nuevas ubicaciones como Murcia, Santander o Zaragoza. Sin embargo, la mayoría prioriza su desarrollo en Andalucía, Cataluña, Madrid y Galicia debido a que cuentan con una mayor masa de deportistas.

 

Esta desigualdad territorial también se ve reflejada en diferentes aspectos que abarcan desde el presupuesto de cada comunidad, hasta el gasto medio por habitante. Este apartado también se ve condicionado por la brecha socioeconómica norte-sur. Mientras en las costas cantábrica y mediterránea el desembolso medio por habitante es superior a 150 euros, con Navarra, Baleares y Cantabria a la cabeza, en las Castillas, Andalucía y Canarias no alcanza los 80 euros de media.

 

No obstante, no sólo influye el contexto económico estructural, sino que la propia oferta deportiva también configura el gasto. El mar Cantábrico se ha consolidado como una referencia entre los deportes náuticos, como el surf, así como por las estaciones de esquí y las rutas cicloturistas. Todas estas disciplinas precisan de una mayor inversión en equipamiento deportivo, mientras que la meseta y el sur peninsular, donde los deportes de equipo y el golf ostentan el predominio, esta necesidad no es tan pronunciada.

 

 

 

Lo mismo sucede con el presupuesto destinado a la cartera de deportes de cada comunidad autónoma, que en 2018 rozó los 300 millones de euros. Entre los 61,5 millones de euros invertidos por Cataluña y los 3,5 millones de euros aportados por Asturias existe un rango de inversión que varía en función de las necesidades geográficas y estructurales de cada territorio.

 

En el caso de Madrid, el presupuesto del Ayuntamiento es cuatro veces superior al de la comunidad, dado el elevado coste que supone mantener el modelo municipalista, que en 2018 se situó en 118 millones de euros. Otra, como Galicia, también ve incrementadas estas partidas, hasta 20 millones de euros, para garantizar que su centro de alto rendimiento esté entre la élite nacional; en Baleares y Canarias, gran parte de los recursos se destinan al transporte, dada la dificultad que entraña la movilidad entre islas.  

 

Si bien cada región ha apostado por desarrollar su propio tejido asociativo en torno al deporte, todas comparten un denominador común: impulsarlo desde la base. Actualmente no existe ningún territorio en España que no cuente con un plan en este sentido, clara muestra de la importancia que ha adquirido la práctica deportiva entre la sociedad.

 

A tal fin se presentó el anteproyecto de la Ley del Deporte, que actualmente se encuentra en un proceso de reflexión, en el que se están estudiando las enmiendas presentadas por las federaciones y otros organismos vinculados al deporte. Los sindicatos de trabajadores reclaman que se regularicen las profesiones deportivas, mientras que clubes y federaciones rechazan que las medidas que favorecen los patrocinios se traten como leyes al margen. El consenso, en definitiva, deberá girar en torno a la promoción del deporte base. El objetivo: garantizar que cualquier persona, independientemente de donde nazca, tenga las mismas oportunidades de acceso al deporte.