Entorno

De las medallas a los clubes sociales: el hockey hierba se reivindica en España

Las licencias federativas se han triplicado en los últimos quince años, hasta 16.209 fichas. Centros como el Club de Campo Villa de Madrid, Atlètic Terrassa o RC Polo de Barcelona aún son la base del ecosistema, que cada vez integra más escuelas y clubes municipales.

Álvaro Carretero

15 jun 2020 - 04:56

De las medallas a los clubes sociales: el hockey hierba se reivindica en España

Foto: Ignacio Monsalve, Club de Campo Villa de Madrid

 

El hockey hierba español se reivindica como deporte para salir del nicho en España. El número de licencias federativas se ha duplicado en la última década y media, hasta 16.209 fichas, según los últimos datos del Consejo Superior de Deportes (CSD), pero sus equipos de élite aún son amateur y están controlados por clubes de fútbol y clubes sociales. Estas entidades, además, son las que copan la mayor parte de la red de escuelas, aunque en los últimos años han aparecido nuevos clubes de carácter municipal para cambiar el mapa.

 

El hockey, por tradición, siempre ha estado muy ligado a clubes sociales y todos los que son históricos tienen un modelo parecido”, asegura Ignacio Escudé, responsable de hockey del Atlètic Terrassa. Entre ellos se encuentran el Junior de Sant Cugat, el Real Polo de Barcelona, el Club de Campo Villa de Madrid (Ccvm), el Egara o el Jolaseta de Bilbao.

 

La mayor parte de los ingresos procede de las cuotas de los socios, que son quienes sostienen tanto a los equipos que compiten en División de Honor como al club social en su conjunto. Otra parte procede de los patrocinadores propios de cada sección y de los eventos o campus que celebran: en total, estas líneas de ingresos aportan un máximo de un 30% de la facturación.

 

 

 

 

Salvo excepciones como el Ccvm, de titularidad pública, los practicantes también tienen que ser socios para utilizar las instalaciones. El problema en el club madrileño es que “no tenemos hueco para más jugadores y hay una lista de espera desde hace años”, asegura Ignacio Monsalve, delegado de hockey del Ccvm. No sucede así con otros como el RC Polo, cuyas condiciones de admisión son más estrictas e, incluso, requieren del aval de dos socios.

 

Al pago de las cuotas anuales hay que añadir la de la escuela, más el equipamiento, que para un practicante medio podría situarse en torno a los 600 euros. “Lo más caro es el stick, especialmente ahora que los hay de fibra de carbono o vidrio y pueden alcanzar los 200 o 300 euros”, indica Escudé. Por norma, los jugadores siempre tienen uno de repuesto, aunque es una inversión que se realiza una vez cada varios años, a la que hay que sumar botas y protecciones.

 

La inversión en equipamiento y el pago por jugar de forma federada es ligeramente superior al de otros deportes de equipo como el fútbol, el baloncesto o el balonmano, en los que una zapatilla de gama media o alta supera los 100 euros, pero sufre un mayor desgaste. “Más que por el gasto, la práctica está condicionada por el modelo español, que se basa en su mayor parte en el fútbol y, en menor medida, el básquet; el resto competimos por lo demás”, sostiene Monsalve.

 

 

 

 

De hecho, pese a que el hockey hierba ha conseguido múltiples medallas olímpicas y mundialistas en los últimos años, la mayoría de los jugadores no vive de este deporte. Los clubes de División de Honor masculina y femenina aportan una compensación económica, que se suma a las becas ADO, lo que hace casi imposible competir con países como Holanda y Alemania.

 

“A menudo uno de nuestros jugadores tiene una oportunidad laboral o una beca y tenemos que dejarle ir”, sostiene Monsalve, del Ccvm. El club madrileño es una de las pocas excepciones que puede tener algunos jugadores en nómina. Con un presupuesto total de 27 millones para todas sus secciones, ha apostado por una igualdad presupuestaria tanto para el equipo masculino como para el femenino. El RC Polo, en cambio, con un presupuesto de 23 millones de euros, puede tener hasta cinco o seis jugadores asalariados en División de Honor masculina.

 

“El deporte más importante para el Ccvm es el golf, pero hay que reconocer que el hockey es que más títulos ha dado en sus 80 años de historia y el que más ha proyectado nuestra imagen”, reconoce Jesús Barrera, director de deportes del club. Su cantera cuenta con 450 niños y en torno a 200 jugadores más en otras categorías amateur, que podría ampliarse en 2021 sale adelante la construcción de una tercera cancha, como se aprobó en el último plan estratégico.

 

 

 

 

Tras el impacto económico que dejará el Covid-19, se desconoce si podrá acometerse finalmente o no. “El coste de mantener las instalaciones es muy pequeño en comparación al golf, que ronda el millón de euros; nos gastamos mucho más en la logística para competir por todo el país y en los salarios”, subraya Barrera. De salir adelante la propuesta, el Ccvm, que ya es el principal club de Madrid y sus alrededores en número de practicantes, podría competir con estructuras de hockey base más potentes, como las de los clubes catalanes.

 

Terrasa y Egara dan servicio a un total de entre 800 y 1.000 jugadores y apenas notaron el impacto de la crisis económica de 2008. “A nivel de club sí afectó, porque socios que pagaban su cuota pero apenas venían la cancelaron, pero el que practica asiduamente una actividad deportiva, como el hockey, se mantuvo, igual que pasará tras el Covid-19”, admite Escudé.

 

Actualmente hay 121 clubes reconocidos por la Real Federación Española de Hockey (Rfeh), a los que se añaden las escuelas de formación que compiten en ligas municipales no federadas. Se trata de un modelo que ha irrumpido en los últimos años y que pondrá a prueba la capacidad de los clubes sociales para retener su talento en formación.


 

 

 

“El impacto real lo vamos a notar ahí, porque tendremos más competencia de entidades”, asegura Escudé. La cuota de este tipo de clubes es más barata y, al utilizar instalaciones municipales, no conlleva un coste de mantenimiento. “Es normal que a una cierta edad los jugadores quieran cambiar, buscar algo más económico y probar, pero en los últimos años hemos detectado que muchos regresan porque valoran el tiempo y los servicios de los que disfrutan en un club social”, defiende.

 

El Atlètic Terrassa es uno de los clubes que aún mantiene la obligatoriedad de ser socio para inscribirse en sus escuelas, aunque estudia desde hace años introducir cambios. “Ya cambiamos la cuota para que sea familiar, y no personal, que es más económica, y ahora estamos valorando abrir el club para usar las instalaciones y competir en nuestros equipos”, añade.

 

En lo que coinciden todos los clubes consultados es que la irrupción de este tipo de clubes “beneficia al hockey, pues abre nuevas oportunidades para los practicantes”, asegura Barreda. Para Escudé este tipo de entidades “pueden ser una nueva puerta de entrada muy beneficiosa”.