Entorno

De la gran dimisión al ‘quiet quitting’, el hastío laboral vuelve a agitar la economía mundial

La última manifestación del descontento laboral en Estados Unidos vuelve a poner en jaque un sistema que cada año deja de ingresar 500.000 millones de dólares por la desmotivación laboral y el descontento de los trabajadores.

De la gran dimisión al ‘quiet quitting’, el hastío laboral vuelve a agitar la economía mundial
De la gran dimisión al ‘quiet quitting’, el hastío laboral vuelve a agitar la economía mundial
Esta última manifestación del descontento vuelve a poner en jaque el sistema global de trabajo.

Albert Martínez

21 sep 2022 - 05:00

Tras la gran renuncia, un nuevo fantasma recorre el mundo: el de la dimisión silenciosa. El quiet quitting, último fenómeno de moda entre los trabajadores estadounidenses, ha entrado de lleno en el tablero internacional, con el objetivo de repensar la relación entre los empleados y el trabajo.

 

El quiet quitting no aboga por dejar los puestos de trabajo, sino por ponerle límites. Es un cambio de actitud. Según Urban Dictionary, la página que define los nuevos conceptos que aparecen en el lenguaje inglés, quiet quitting significa “continuar en el trabajo de manera presencial, mientras mentalmente te alejas y haces lo mínimo imprescindible para seguir adelante”.

 

Esta última manifestación del descontento vuelve a poner en jaque el sistema global de trabajo, ya que cada año la desmotivación laboral y el descontento provocan que Estados Unidos deje de ingresar entre 450.000 millones de dólares y 550.000 millones de dólares, según señala el informe State of the American Workplace, realizado por Gallup.

 

 

Esta manifestación comenzó a ganar popularidad cuando el joven ingeniero de 24 años Zaid Khan subió un vídeo a TikTok haciendo referencia al concepto. Khan aparecía sentado en una estación de metro de Nueva York, con música relajante de fondo, reflexionando: “No estás renunciando directamente a tu trabajo, sino que estás renunciando a la idea de ir más allá”, aseguraba. “Ya no te suscribes a la mentalidad de la cultura del ajetreo en la que el trabajo tiene que ser tu vida”, añadía.

 

El vídeo acumuló más de setenta millones de visualizaciones y el fenómeno ha copado desde entonces las conversaciones, las páginas de los periódicos y las tertulias televisivas. Si el año pasado la Gran Dimisión (The Great Resignation, en inglés) azuzó a los trabajadores a abandonar sus puestos de trabajo, con más de cincuenta millones de personas en Estados Unidos renunciando a sus empleos, 2022 ha dado una nueva vuelta de tuerca al hastío laboral. Una encuesta realizada por Microsoft a 30.000 empleados jóvenes mostró que el 53% de los trabajadores de la generación Z está considerando actualmente dejar su trabajo.

 

En definitiva, el quiet quitting es una nueva reformulación del mismo viejo descontento. “Los jóvenes tienen un nuevo imaginario sobre lo que es el trabajo, ya que se ha roto el consenso nacido tras la segunda guerra mundial donde el empleo era garantía de seguridad socioeconómica… ahora, exigimos más; y como no lo obtenemos, bajamos los brazos”, asegura David Casasses, profesor de sociología económica y movimientos sociales en la Universitat de Barcelona (UB).

 

 

El movimiento ha arraigado en Estados Unidos mientras la inflación golpea al país. Los precios han subido un 8,3% su tasa interanual en agosto, obligando a la Reserva Federal Estados Unidos (Fed) a estudiar volver a subir los tipos de interés. El desempleo, por su parte, sigue en mínimos, situándose en el 3,7%.

 

“La gran dimisión fue un fenómeno esencialmente de clase media, no todo el mundo se puede permitir dejarlo todo; hay muchas personas obligadas a quedarse, pese al descontento y la desmotivación, por lo que la forma más adecuada de permanecer inalterado, sin renunciar a los ingresos mínimos y necesarios, es el quiet quitting”, afirma Casassas. 

 

El fenómeno es eminentemente juvenil, y ha nacido de una generación Z que ya no concibe el trabajo como lo hacían sus padres o abuelos. Según el citado informe de Gallup, el porcentaje de menores de 35 años satisfechos con su puesto de trabajo se ha reducido seis puntos porcentuales sólo en los últimos tres años. Para medir el compromiso de los trabajadores, el estudio preguntaba a los empleados si sentían que su trabajo tenía sentido: el 54% respondió que no.

 

El columnista del Financial Times, John Gapper, incluso se atrevió a dar tres consejos a los trabajadores que quisieran adoptar el quiet quitting. “En primer lugar, ven a la oficina, mientras tomas café, charlas y vas dándote descansos”, asegura Gapper. “Pero haz bien tu trabajo: no seas holgazán”, añade. “Y sé discreto, avanza despacio hacia el quiet quitting”, concluye.

 

El fenómeno ha explotado en Estados Unidos porque guarda estrecha relación con la visión del trabajo en el país. “No es que los jóvenes estadounidenses desacralicen el trabajo, sino que quieren volver a sacralizarlo: estar más cómodos en él, aunque eso signifique renunciar al American Dream y al falso dogma del ascenso social”, detalla David Casassas.

 

 

La manifestación también tuvo su propio eco en China el año pasado, a través de lo que se conoció como el lying flat. El movimiento ponía en valor el simple acto de acostarse en el suelo, sin hacer nada, reduciendo las ambiciones profesionales y simplificando las metas de los jóvenes trabajadores, “priorizando la salud mental al materialismo económico”.

 

El movimiento chino nació en abril de 2021 con una publicación de Luo Huazhong en un foro de Internet, donde el joven explicaba el estilo de vida que había llevado en los últimos años. Huazhong renunció a su trabajo en una fábrica china en 2016 y se fue hasta el Tíbet en bicicleta, mientras leía filosofía y realizaba trabajos ocasionales, que le permitían subsistir sin apuros y sin ambiciones.

 

El fenómeno se popularizó en China, trastocando el llamado “sueño chino”, un concepto que popularizó Xi Jinping, presidente del país y que tiene como objetivo “la revitalización de la civilización china, para hacer un país próspero y fuerte”. Xi Jinping, temeroso de que una revuelta social de gente tumbándose en la cama afectara al futuro de la nación, señaló que la idea era una gran amenaza para la estabilidad del país y prohibió mensajes al respecto en diversos foros de Internet.