Entorno

De cofradía de pescadores a club social: el remo busca salir del nicho para alcanzar al gran público

En España operan 223 clubes de remo con un total de 12.929 federados, que practican remo olímpico y remo tradicional, con las traineras como su máximo exponente en el país.

Patricia López

25 ago 2020 - 05:00

El remo español vivió su época dorada con Fernando Climent Huertas, plata olímpica en Los Ángeles 1984

Trainera de Santurtzi. Fotografía de Aitor Arrizabalaga. Liga ACT.

 

 

La historia del remo en España no puede entenderse sin Fernando Climent Huertas, que junto a Luis María Lasúrtegui fue medallista olímpico de esta disciplina y presidente de la Federación Española de Remo (FER) durante 23 años. Su figura protagonizó los años dorados del remo olímpico en España durante los ochenta, pero hay que remontarse más de un siglo atrás para encontrar a los primeros remeros en el país. Eran pescadores del cantábrico, que dirigían embarcaciones mucho más pesadas que las traineras, que hoy día se han convertido en una de las disciplinas más seguidas verano en el cantábrico.

 

¿Qué posición ocupa el remo en la fotografía del deporte español? En esta disciplina, España sólo cuenta con 12.929 federados, de los cuales el 65,3% son hombres. El momento álgido del deporte en cuanto a licencias fue en 2014, cuando se alcanzaron las 15.414 fichas, una cifra de récord que desde entonces ha caído un 19,2%. Ahora, la FER está trabajando para convertir un deporte de nicho en una disciplina más popular acercándose a las nuevas tendencias: el remo de mar, el remo de sala que se encuentra en las salas de fitness de los gimnasios, el paralímpico y la implosión del mundo master, que se dirige al público mayor de cuarenta años y que ya cuenta con campeonato del mundo propio.

 

La gran apuesta es el remo de mar, una disciplina que se practica con una embarcación más estable lo que facilita una práctica deportiva dura, especialmente cuando hay oleaje y viento. “Es una disciplina más atractiva y pensada para la práctica en zonas costeras”, explica Asunción Loriente, presidenta de la FER, que ha puesto en manos de Miguel Rovira, exremero y seleccionador nacional durante nueve años, el proyecto de estrategia y desarrollo de la federación. 

 

 

 

 

“Se nos abre otro mercado nicho en los clubes náuticos e incluso con los hoteles y emplazamientos turísticos para desarrollar la práctica del remo desde una perspectiva más recreativa”, afirma Rovira, que también fue directivo del Real Circulo de Labradores, uno de los clubes sociales más conocidos del país y una entidad a seguir en el mundo del remo.

 

El mapa del remo español se divide entre el Cantábrico, con País Vasco y Galicia como las dos comunidades autónomas con más federados, con más de 2.800 licencias, seguidas de Cataluña, con 2.422 fichas, y Andalucía, con más de 1.612 deportistas inscritos. Estas regiones se dividen en función del tipo de remo que se practica: olímpico, que es con banco móvil, o tradicional, que se divide entre la trainera típica del cantábrico, el llaüt mediterráneo, la jábega, del sur de España o los faluchos del Levante.

 

“Es una disciplina muy vinculada a la identidad de la región y del país; en los países anglosajones, practicar remo en el equipo de la universidad es sinónimo de estatus porque los orígenes del remo están en la aristocracia, si bien hoy día se ha democratizado más”, afirma Rovira, en alusión a las regatas entre Oxford y Cambridge, o Harvard y Yale. “En España no existe una estructura de deporte universitario tan desarrollada, y eso nos ha perjudicado a la hora de promocionar este deporte, que en otros países es eminentemente universitario”, afirma.

 

La fotografía del remo es distinta en España, donde operan 223 clubes de remo, con 58 licencias de media por entidad. Por un lado, están los clubes sociales, como el Real Círculo de Labradores, el Náutico de Sevilla o el Sporting Club Casino de A Coruña, que son clubes sociales que se financian con las cuotas de los socios que mantienen. Son entidades con una masa social importante, con entre 5.000 y 15.000 socios, y que además del remo ofrecen otros deportes, desde golf hasta pádel, pasando por ajedrez.

 

 

 

 

Por otro lado, están los clubes de remo tradicional, como el Hondarribia Arraun Elkartea o el Club Remo Olímpico Orio Arraunketa Elkartea, que se dedican específicamente al remo olímpico y tradicional. Son instituciones que tienen su origen en las cofradías de pescadores, y suelen ser más humildes que los clubes sociales, a pesar de contar con más presupuesto dedicado exclusivamente a remo. Entre los cuatro principales clubes que compiten en la élite del cantábrico, que conforman la Eusko Label Liga (Liga ACT), se encuentran presupuestos de entre 300.000 euros y 900.000 euros, mientras que los clubes sociales manejan importes de entre dos y cinco millones de euros para mantener todo el club, desde el restaurante hasta las escuelas deportivas y el gimnasio.

 

Pero las sociedades de regatas nacen de la llegada a puerto de la armada, que al regresar de la guerra a puerto eran recibida por el pueblo con fiestas. “Era en la segunda mitad del siglo XIX; de ahí que la de remo sea la primera federación internacional de la historia, fundada en 1892”, describe Rovira. Se trata de una entidad creada antes que el Comité Olímpico Internacional (COI), lo que hace que el remo sea uno de los cinco únicos deportes que se han mantenido en el programa olímpico desde Atenas 1896, cuando se celebraron los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna. Eso sí, la primera regata Oxford-Cambridge data de 1892, y está considerada la competición más antigua del deporte moderno.

 

Pese a su tradición, en España no es posible vivir del remo. “Hay excepciones, como los remeros olímpicos, que cuentan con beca y evidentemente unos años sí que les da para vivir; en las traineras del cantábrico, que han creado una liga ajena a la federación, hay remeros que pueden llegar a complementar su salario, pero con otro trabajo”, afirma Asunción Loriente. Lo que sí se asegura el deportista es que el club le proporcionará el equipamiento necesario para entrenar y le costeará los viajes para competir.

 

 

 

 

El coste de un remo olímpico puede alcanzar los 30.000 euros, mientras que el de una trainera se eleva a 40.000 euros, lo que lo convierte en un deporte de nicho. Además, su práctica exige contar con un lago o río de al menos dos kilómetros de largo y más de 100 metros de ancho. “En la comunidad de Madrid es un deporte muy residual porque no hay donde practicarlo; en Zaragoza hay cuatro clubes de remo con muchas dificultades para entrenar”, lamenta la presidenta de la FER.

 

En algunas regiones, la clave sería contar con una política municipal para el río que permita entrenar, de ahí que la mayoría de clubes se encuentren a orillas del Cantábrico, el Mediterráneo o el río Guadalquivir en Sevilla.

 

El apoyo municipal también se canaliza a través de subvenciones a los clubes especializados en remo, una fuente de financiación que no se da en los clubes sociales. Ese apoyo municipal se destina tanto al club como a la organización de regatas, ya que cada uno de los doce equipos que forma parte de la Liga ACT debe albergar una.

 

“Mueve turismo, el pueblo se masifica y genera un impacto interesante; el Ayuntamiento nos ayuda a organizar y buscamos apoyo de empresas privadas; el premio económico es de 22.500 euros a repartir entre todos los participantes”, explica Iosu Esnaola, presidente del Orio Arraun Elkartea, considerado uno de los principales clubes de remo de España. Ganar la Bandera de La Concha, que es la regata más seguida y con más prestigio, supone unos ingresos de 24.000 euros para el ganador en la categoría masculina y femenina.

 

 

 

 

“La ACT se ha posicionado en el cantábrico y los clubes cuentan con más financiación, con el apoyo de ayuntamientos y la apuesta decidida del Gobierno vasco”, afirma Loriente, que reconoce que, a excepción de esta competición, “hemos pecado de no vendernos bien”.

 

Es justo en lo que está trabajando la FER para promocionar este deporte entre el público adulto y las nuevas generaciones, aunque también apunta al apoyo de las marcas. “Una ley de mecenazgo siempre ayudaría, pero necesitamos éxitos deportivos para tener más visibilidad; de cara a Tokio contamos con tres barcos y desde 2004 que no se clasificaban tantos; esperamos que eso ayude”, anhela.

 

Es algo que recalca Rovira al recordar que entre finales de los años 70 y principios de los 90, la selección española contó con entre doce y 22 remeros clasificados para los Juegos Olímpicos, lo que se tradujo en “un imán” para el público. Ese es el desafío que tiene la FER, al tiempo que va más allá de la tradición del remo. ¿Conseguirá el remo español hacer gala de su identidad olímpica para volver a conectar con el aficionado al que aún no ha conseguido seducir?