Entorno

Barcelona 92, un legado económico y turístico que aún hoy perdura

La cita olímpica fue el motor para construir infraestructuras clave, como las dos carreteras de circunvalación que dan acceso a la ciudad, y darla a conocer entre la población extranjera. La inversión rozó los 13.000 millones de euros.

M.M.A.

25 jul 2017 - 04:53

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“Río 2016 será el proyecto de renovación urbana más grande desde que los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 transformaron esa ciudad”. La frase corresponde a Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), y da muestra del impacto que tuvo la cita en la capital catalana y de cómo su diseño son hoy la base de la sostenibilidad del legado que se persigue. A nivel económico, un impacto que se cifró en más de 12.000 millones de euros y que permitió recuperar distintos rincones de la ciudad.

 

El estudio Mosaico Olímpico, de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), cifra el impacto económico directo en 12.987 millones de euros, a lo que añade otros 12.474 millones de recursos aplicados a la organización y obras. Dos grandes magnitudes que esconden un dato adicional, pero no menos importante para entender la Barcelona de hoy y su visibilidad a nivel internacional: 514 millones de euros en consumo de visitantes no residentes.

 

La puesta en escena de los Juegos, con su emotiva sesión inaugural, así como las mejoras que se realizaron en la ciudad, la situaron en el mapa de los operadores turísticos. Hasta el punto de que hoy es uno de los destinos más importantes del mundo, tanto para el ocio como para la organización de ferias, congresos y eventos de empresa. Sólo en 2016, Catalunya recibió algo más de 17 millones de turistas, con la capital catalana como gran reclamo.

 

Tal ha sido el boom turístico desde entonces que la ampliación del Aeropuerto de Barcelona-El Prat tan sólo permitió evitar el colapso hasta 1998, aunque se pensó entonces que llegarían hasta 2010. Pero tan importante fue la ampliación de la instalación a la que debían llegar los aviones llenos de viajeros, como que la gente empezara a asociar a la ciudad como un destino en el que la arquitectura y la gastronomía no daban la espalda al mar.

 

 

Para ello fue necesaria una gran inversión como fue la Ronda Litoral, que junto a la Ronda de Dalt permitió descongestionar el tráfico rodado en el centro urbano y también eliminar las vías del tren. Además, se decidió instalar allí la Villa Olímpica, hoy reconvertida en viviendas para particulares y que, junto a oficinas y locales, supusieron una inversión de 1.156 millones de euros.

 

“Se impulsó la Ronda Litoral, que conecta los extremos del frente marítimo, pero evitando ser un obstáculo para conectar la ciudad y el mar. De ahí que la ronda se concibiera bajo el nivel de la playa, y recurriendo a pasarelas para mejorar el acceso”, ha señalado estos días en El Periódico Josep Antoni Acebillo, director de Infraestructuras y Arquitectura de Barcelona 92.

 

El objetivo era que el declive industrial fuera compensado por la promoción del ocio y la restauración, hoy puesta en cuestión en el barrio de la Barceloneta por la masificación del turismo. Para ello, la conexión del Eixample con las playas a pie fue acompañada de la recuperación del litoral barcelonés, muy castigado por la actividad industrial y que se subsanó con la mejora del alcantarillado, la apertura del colector de Llevant para canalizar aguas residuales y la puesta en marcha de la depuradora del Besós, junto al Fórum.

 

En total, las obras ascendieron a 10.660 millones de euros, de los que 4.507 millones correspondieron a vialidad y transporte, con las dos grandes rondas como principales costes. Las telecomunicaciones y servicios, con las torres de Collserola y Montjuïc, absorbieron 1.375 millones, por los 673 millones destinados a costas, saneamiento y parques; 1.336 millones para equipamientos hoteleros; 976 millones en instalaciones deportivas, y 237 millones para equipamientos culturales, sanitarios y demás. “Supusieron una de las grandes transformaciones urbanísticas por las que ha pasado la ciudad a lo largo de su historia”, enfatiza el Ayuntamiento.

 

El evento, por ejemplo, comportó la remodelación de parte de la montaña de Montjuïc y que la misma se integrara mejor en la sociedad. Pero el consistorio nuevamente pone el acento en el frente marítitimo, donde “el cambio fue tan grande que modificó la forma como los ciudadanos se relacionaban con su costa”. “El barrio de la Vall d’Hebron fue el tercer gran escenario de las pruebas deportivas que pasó por una completa remodelación. Con el proyecto de Eduard Bru, la reordenación del barrio comportó la combinación de zonas verdes, grandes ejes e instalaciones deportivas de los Juegos Olímpicos”, añade.

 

“Buena parte del éxito y del carácter modélico de Barcelona’92 se debe a las inversiones, a su calidad (infraestructuras) y su cantidad (10.660 millones de euros)”, detalla el estudio universitario y ha ratificado el COI en más de una ocasión. Además, añade, “el modelo de impacto económico está basado en la maximización de inversiones, en su atracción y concentración temporal. Debido a la profundidad perseguida en la transformación urbana, la continuidad de las inversiones es esencial, como sucede precisamente en Barcelona”. De ahí que, 25 años después, nadie dude de que Cobi, el pebetero olímpico y el récord de medallas hasta ese momento no sólo fueron flor de un verano.