Entorno

Barcelona 92: 976 millones en instalaciones deportivas que han evitado el abandono

La ciudad descentralizó algunas inversiones para que permanecieran en el tiempo, y hoy el gran problema sigue siendo el Estadio Olímpico, sin proyecto a largo plazo tras los problemas de Open Camp.

M.Menchén

26 jul 2017 - 04:59

anillo olimpico montjuic

 

Los Ángeles y París han estado defendiendo en sus candidaturas olímpicas que, si de algo pueden presumir, es de contar con las instalaciones deportivas necesarias para albergar unos Juegos. Barcelona no podía alardear tanto de cara a la edición de 1992, pero lo cierto es que las inversiones en equipamientos para la práctica de alguna de las disciplinas ni siquiera consumieron un 10% del presupuesto total, con 976 millones que sirvieron para completar la oferta existente con el Camp Nou a la cabeza.

 

“Lo reducido de esta proporción se explica por la gran magnitud de las inversiones inducidas por el potente impulso que los Juegos ejercieron sobre Barcelona”, se argumenta en el estudio Movimiento Olímpico, en referencia al importante volumen de inversiones que realizó el sector privado en la ciudad, con la expectativa hoy cumplida de que aquel evento supondría un antes y un después. Pero, ¿qué ha sido de las inversiones que se realizaron?

 

El Ayuntamiento aprovechó la ocasión para remodelar el Estadio Olímpico y las Piscinas Picornell, en Montjuïc, dos instalaciones que hoy siguen funcionando de la mano de operadores privados. La primera instalación, no obstante, sigue sin dar con una fórmula sostenida de explotación, ya que la iniciativa de Open Camp de abrir un parque temático no está acabando de funcionar y, en el pasado, sólo el RCD Espanyol le dio cierta utilidad recurrente cuando se mudó a la espera de construir el RCDE Stadium. SEAE, por su parte, tiene la concesión de las piscinas que también han sido sede de mundiales y campeonatos europeos de natación.

 

En la zona de Montjuïc también se adecentó el Palacio de Deportes, que hasta la inauguración del Palau Blaugrana fue el único pabellón de grandes dimensiones. Sin embargo, precisamente la construcción del Palau Sant Jordi para esta cita y la desaparición del equipo de básquet del Espanyol hicieron que en el año 2000 se renovara una vez más para reconvertirlo en el Barcelona Teatre-Musical y especializarlo en este tipo de espectáculos.

 

 

A nivel de nueva construcción, en este barrio de Barcelona también se construyó el actual Instituto Nacional de Educación Física (Inefc), clave para entender el fuerte arraigo de la formación deportiva en Barcelona, y el pabellón de la España Industrial, que actualmente gestiona una agrupación local de entidades deportivas.

 

Y aquí precisamente reside una de las situaciones a la que los Juegos dio paso y que, con el tiempo, se ha trasladado al resto de España: la colaboración público-privada en la gestión de instalaciones deportivas. En la década de los noventa, y tras las fuertes inversiones públicas realizadas para construir la red pública de centros deportivos, el Ayuntamiento de Barcelona decidió aliarse con operadores privados para que éstos asumieran las inversiones a cambio de poder explotarlas durante un determinado período de tiempo. De allí salieron modelos como el de Ubae, hoy Eurofitness, y más tarde Fundació Claror, CET10 o Grupo Duet.

 

En la Vila Olímpica, las actuaciones se centraron en construir un nuevo Puerto Olímpico y en la construcción del Pabellón de la Mar Bella, que actualmente gestiona el Consejo del Deporte Escolar de Barcelona. En paralelo, se remodeló el Polideportivo Estació del Nord, que opera la Unió de Federacions Esportives de Catalunya (Ufec) y el Frontón Colom, cuya concesión se le renovó a Lleuresport junto a la del CEM Can Ricart.

 

El tercer gran escenario de las pruebas olímpicas que se sometió a un restyling fue el barrio de la Vall d’Hebron, donde sí tuvieron que construirse nuevas instalaciones específicas para poder cumplir con los requerimientos del Comité Olímpico Internacional (COI). Se trata del Campo de Tiro con Arco, que después se reconvirtió en el CEM Teixonera, un complejo con nueve campos de fútbol (dos de ellos, de fútbol once), un campo de rugby y dos pistas de pádel que desde este año y hasta 2019 gestionará la Fundación Marcet. También se construyó el Tenis de la Vall d’Hebron, que desde hace años es la sede de la Federación Catalana de Tenis.

 

Esta serie de inversiones, más centradas en el ámbito polideportivo, fueron posibles gracias a que las grandes instalaciones (con excepción del Puerto Olímpico) ya estaban hechas gracias a la iniciativa privada. Desde el Camp Nou y el Palau Blaugrana, del FC Barcelona, al Estadio de Sarrià, del Espanyol, o el Real Club de Polo de Barcelona, que cedieron sus instalaciones para cumplir el sueño olímpico. Además, también se utilizaron la Nova Creu Alta (Sabadell), La Romareda (Zaragoza) y el ya desparecido Lluís Casanova (Valencia).

 

A rebajar el volumen de la inversión necesaria también ayudó la estrategia de descentralizar los eventos, de manera que se pudieran aprovechar instalaciones existentes o se compartiera el riesgo de asumir los costes con otros ayuntamientos. Por ejemplo, Badalona levantó un pabellón de 35 millones que albergó baloncesto y boxeo, y que hoy es sede permanente del Divina Seguros Joventut de la ACB, pero que también sirve para la celebración de todo tipo de espectáculos de entretenimiento, incluidos conciertos. Además, la elección de la zona de Montigalá como villa para los periodistas permitió desarrollar este barrio de la ciudad.

 

En Granollers también optó por una fórmula similar, y hoy es dueño del polideportivo donde juega el Fraikin Granollers de Asobal, que costó 1,8 millones de euros. L’Hospitalet de Llobregat, por su parte, decidió construir el campo de béisbol que, siete años después de los Juegos, se reinauguró como estadio del CE L’Hospitalet, club de fútbol cuya trayectoria está a caballo entre Segunda B y Tercera División. El de Viladecans, en cambio, sigue destinándose a esta modalidad, mientras que se aprovechó la tradición del hockey hierba en Terrassa para llevar allí la sede de esta disciplina, mientras que Reus, Vic y Sant Sadurní d’Anoia se quedaron con la modalidad de patines.

 

De esta forma, en muchos casos se consiguió que la inversión se limitara sólo a adecentar instalaciones que ya existían y que, de entrada, aseguraba que su recorrido sería más largo en el tiempo pues ya existían clubes deportivos que le daban uso. Diferente fue, por ejemplo, la estrategia para elegir las pruebas acuáticas, donde el gran valor añadido fue la financiación de determinadas infraestructuras de acceso. Banyoles, que albergó el remo, y La Seu d’Urgell, que asumió las competiciones de aguas bravas, son dos ejemplos.

 

Por último, la otra gran infraestructura fue el Canal Olímpico de Castelldefels, que fue la sede del piragüismo y que en la actualidad ha tenido que reinventarse para rebajar su coste público, ya que es propiedad de la Generalitat de Catalunya. Hoy no es sólo un espacio para clubes de remo, sino que también se puede utilizar para rodar en bicicleta, preparar carreras a pie, jugar a pádel tirar con arco o jugar a fútbol. En definitiva, que hoy concentra una parte de todas las disciplinas que, 25 años atrás, llevaron a la gloria a muchos deportistas españoles.