Entorno

2016, un año de grandes cambios en la gobernanza del fútbol

Jabier Izquierdo

19 dic 2016 - 04:57

El curso ha terminado con suspenso para los grandes organismos del fútbol mundial. La Fifa y la Uefa han vivido un año convulso, cada una en su contexto, envueltas en escándalos de corrupción que han terminado con sus presidentes enjuiciados y el congreso sin dirección. El FIFAgate, destapado en 2014 y aletargado durante meses por la Justicia, consiguió lo que parecía imposible: destronar a Joseph Blatter y cortar las alas al candidato mejor colocado para sustituirlo, el exfutbolista Michel Platini.

 

El suizo, tras 17 años presidiendo la entidad, se vio obligado el 2 de junio del pasado año a presentar su dimisión, tras la detención de siete altos cargos del organismo esa misma semana, y a pesar de haber sido reelegido presidente cuatro días antes por las federaciones. La investigación que el FBI había iniciado, y que apuntaba con el dedo acusador al máximo mandatario, pudo tener mucha influencia en la precipitada despedida.

 

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Michel Platini y Joseph Blatter, símbolos de una era del fútbol y ahora inhabilitados.

 

Tras su renuncia, Platini saltó al campo. Como presidente de la Uefa, pocos dudaban del ascenso del galo a la más alta esfera de la gobernanza en el fútbol. Contaba con los apoyos necesarios y sus propuestas eran aplaudidas por los dirigentes. Sin embargo, una sospechosa operación entre Blatter y el exfutbolista truncó las aspiraciones de este último. La Fiscalía de Suiza veía irregularidades en el pago de 1,8 millones de euros por parte del dirigente de la Fifa a Platini en 2011 por unos servicios de asesoría prestados diez años antes.

 

En este punto se unen los dos casos más mediáticos en el ocaso del último virus de la corrupción en el fútbol. A ellos, se les añade los casos acaecidos en Conmebol (América Latina) y Concacaf (Norte y Centro de América), donde la práctica totalidad de las federaciones se han visto envueltas por esta lacra desde que se iniciaran las investigaciones. Decenas de presidentes dimitidos, algunos de ellos encarcelados por aceptar sobornos y comisiones, otros por malversación de fondos. Los más afortunados se libraron de la cárcel previo pago de fianzas cuantiosas, como la que asumió el exvicrepresidente de la Fifa, Jeffrey Webb: 10 millones de dólares.

 

Mientras el FBI y la justicia realizaban su trabajo, y eliminaban candidatos, en la pugna por el sillón presidencial aparecía Gianni Infantino. El suizo, vicepresidente de la confederación europea en la era Platini, entró en la carrera como hombre libre de cargas del mismo modelo de fútbol que preveía promover el francés. Su talante conciliador, sus vanguardistas propuestas en la implantación de la tecnología en los partidos y la influencia tangente del organismo europeo en la asociación mundial, le permitió superar en las elecciones al jeque de Bahréin, Salman Al Khalifa.

 

En las semanas previas a su nombramiento, Infantino prometió cambios y transparencia. Y en cuanto llegó a su nuevo puesto de trabajo, el 26 de febrero de este año, tras nueve meses de vacío gubernamental, comenzó con las reformas. Antes, el comité ejecutivo aprobó por unanimidad la limitación a 12 años de los mandatos presidenciales y de los miembros de este órgano. La mayoría de altos cargos investigados por los escándalos de corrupción acumulaban largas trayectorias en sus federaciones nacionales e internacionales.

 

Otra de las medidas adoptadas fue la separación de las funciones políticas y administrativas. El propio consejo de la Fifa que aprobó la decisión acordó que, a partir de entonces, ese organismo se extinguiera para la creación de dos gabinetes. El comité ejecutivo se responsabilizará de “decidir la dirección estratégica general de la organización”, mientras que la secretaría general “supervisará las actividades operativas y comerciales para poner en marcha la estrategia de manera efectiva”, apunta el organismo.

 

Todo ello en pos de “mejorar en la gobernanza, con una mayor transparencia y responsabilidad, y restablecer la credibilidad de la FIFA y su imagen como organización deportiva moderna, eficaz y profesional”. Además, se ha creado una auditoría financiera y se han introducido miembros independientes en todas las comisiones decisorias.

 

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Ángel María Villar desistió de pujar por la presidencia de la Uefa.

 

A pesar de que los grandes escándalos que han sacudido a la gobernanza del fútbol han transcurrido fuera de España, su Federación no ha salido indemne de esta limpieza en corrupción. Su máximo dirigente desde 1988, Ángel María Villar, ha sido vicepresidente de la Fifa y la Uefa, trabajando al lado de Blatter y Platini. Sobre él no pesa ninguna acusación judicial, aunque sí ha sido multado y advertido por el comité de ética independiente de la Fifa por “incumplir normas de conducta para funcionarios de fútbol”, en el contexto de las investigaciones que se llevaron a cabo sobre las elecciones de Rusia y Catar como sedes de los Mundiales de 2018 y 2022.

 

Muestra de los cambios que está experimentando el gobierno, es el hecho de que Villar retiró su candidatura a la presidencia de la Uefa el día antes de las elecciones, tras comprobar que no contaba con los apoyos necesarios para pelear con el esloveno Aleksander Ceferin, que venció en la votación con claridad al holandés Michel van Praag.

 

En su proceso de recuperación, el gobierno del fútbol navega hoy en aguas más calmadas con Infantino. Sin embargo, la herida sigue abierta, los antiguos directivos a espera de juicio penal y forzosamente apartados del fútbol, y las obras de regeneración van para largo. Hoy, al menos, hay ya una mujer con un cargo de importancia en la centenaria confederación mundial: desde mayo, la senegalesa Fatma Samoura está al frente de la secretaría general.

 

 

 

El camino de Infantino hacia una Fifa 2.0

 

A rey muerto, rey puesto en la dirección del fútbol mundial. 2016 ha aupado a Gianni Infantino hasta el sillón presidencial de la Fifa, vacante durante casi un año, desde la renuncia del condenado Joseph Blatter en junio de 2015. Suizo como su antecesor, Infantino ha afrontado el complicado reto de estabilizar un estamento salpicado por corruptelas que han dejado millones en las carteras de algunas de sus caras más reconocidas y la reputación de la federación por los suelos. Tras ganar las elecciones en febrero, ha destinado varios meses en diseñar una nueva hoja de ruta para el organismo, apostando por la transparencia y por la inversión en nuevas tecnologías.

 

El plan ideado, espera Infantino, generará un particular "círculo vicioso". Para ello, necesitará de tiempo y dinero: nada menos que 4.000 millones durante los próximos diez años. "Más inversión, más impacto, más supervisión", en estos tres pilares se sostiene el documento de 69 páginas que ha elaborado el nuevo presidente.

 

FIFA Generalsekretaerin Fatma Samba Diouf Samoura (Senegal)
Fatma Samoura y Gianni Infantino, secretaria general y presidente de la Fifa, respectivamente.

 

 

 

En el análisis de los cambios por hacer, su equipo ha puesto el ojo principalmente en las reivindicaciones internas, pero también en otros organismos como la NBA, de la que alaba su desarrollo en la utilización de la tecnología más actual. Este punto es, quizá, el más polémico y el más revolucionario. Infantino, hombre fuerte en la extinta directiva de Michel Platini en la Uefa, es un hombre de ideas nuevas. Las defendió y las aplicó en la federación continental, y más de lo mismo prevé hacer en la sede central del fútbol mundial.

 

Aunque todavía no ha definido ninguna de sus propuestas, el suizo ya ha estudiado varias inversiones en tecnologías aplicables al juego y dirige un equipo de trabajo que desarrollará la nueva estrategia digital del organismo, que prevé: canales de comunicación con los aficionados para conocer mejor sus intereses; modernización de la app para que no esté únicamente dirigida a los aficionados, sino que también sirva a los patrocinadores.

Fuera del terreno de juego, Infantino quiere aprovechar también la licencia de videojuegos que tienen concedida a EA Sports para sacar partido del auge de los e-sports. Los cálculos que manejan apuntan a un negocio de más de 1.000 millones de dólares en 2015 y la Fifa quiere “trabajar para conseguir una mayor porción de ese mercado".