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Rusia 2018: el Mundial reaviva el debate sobre binomio deporte y política

Los detractores de Putin considera que este torneo de fútbol son una maniobra para mejorar su imagen interna.

Palco23

6 jun 2018 - 05:00

Rusia 2018: el Mundial reaviva el debate sobre binomio deporte y política

 

 

El binomio deporte y política es rechazado por muchos, pero asumido por la gran mayoría como un matrimonio que siempre ha ido unido. Especialmente cuando se trata de grandes citas deportivas, como lo será el Mundial de Rusia 2018, adjudicado hace seis años con un mensaje de unir puentes entre Este y Oeste, de crear “un país nuevo”. Para muchos, nada más lejos de la realidad, pues ven una maniobra del presidente ruso, Vladimir Putin, para mejorar su imagen a nivel interno tras los problemas que arrastra la economía de un país en cuasi permanente conflicto con Occidente.

 

El último cisma abierto ha sido con Reino Unido, que en marzo amenazó con retirar a su Selección si se demostraba que Rusia estaba detrás de una misteriosa enfermedad que afectó a un ex agente doble encarcelado por traicionar a decenas de espías a favor de la inteligencia británica. La tensión entre ambos países se ha cobrado la mutua expulsión de 23 diplomáticos de sus territorios, y una fuerte caída del número de entradas, de casi el 50%, adquiridas por aficionados británicos para este evento.

 

Las declaraciones del ministro de Exteriores, el conservador Boris Johnson, no han ayudado a dar confianza a los seguidores, pues en una intervención pública llegó a señalar que “claramente, la responsabilidad está en que las autoridades rusas honren su contrato con la Fifa en su totalidad y aseguren que los aficionados escoceses y todos los aficionados del Reino Unido tengan un torneo seguro y agradable”. Un asesor de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, echó aún más leña al fuego, al decir que los aficionados deberían “pensarlo dos veces” antes de viajar al campeonato.

 

 

 

 

Pese a este incendio, los expertos en política internacional consideran que Putin no ha tenido ningún problema en conseguir su objetivo de aprovechar este evento para reforzar su imagen entre la población y abrir el país al exterior con la llegada de miles de turistas que seguirán allí el partido. En marzo ganó las elecciones presidenciales con un apoyo histórico del 76% de los votantes.

 

El Ejecutivo ruso asegura que el plan de infraestructuras asociado al evento ha permitido generar 220.000 puestos de trabajo, y el comité organizador señala que el impacto de las inversiones en la economía nacional desde 2013 ronda los 15.000 millones de dólares. Ello, en un contexto en el que el producto interior bruto (PIB) ha frenado su ritmo de crecimiento y la depreciación del rublo ha rebajado el poder adquisitivo de la población rusa y ha ahuyentado a muchas marcas occidentales que han replegado su presencia en el país, como Adidas.

 

“En un entorno mundial desafiante y complejo, el deporte tiene el potencial de ser esa nueva herramienta para mejorar la política exterior y las relaciones internacionales y llegar al público externo de manera más profunda”, recuerda Thierry Zintz, profesor de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y uno de los autores de un documento que debe sentar las bases de la diplomacia deportiva de la Unión Europea.

 

Y muestra del poder que puede llegar a tener es que medios internacionales prevén que Putin acceda a realizar un nuevo intercambio de presos con Ucrania, país con el que se encuentra en conflicto desde 2014 tras las revueltas de Maidan en la ciudad de Kiev y que terminó con la anexión de Crimea a Rusia. Todo, con tal de asegurarse que no se produce un vacío de poder por parte de la comunidad internacional durante el evento.

 

Muchos se preguntan si esta cita podrá tener un papel tan crucial como lo han tenido los Juegos de Invierno de PyeongChang, que han servido para escenificar el deshielo de las relaciones entre las dos Coreas. “Es un hecho que el deporte nunca inicia un proceso, ya sea de reconciliación, paz, etcétera. La mayoría de las veces, solo puede ser parte de una forma más amplia de llegar a una solución”, matiza Zintz. ¿Habrá que esperar a que el balón deje de rodar?