Competiciones

2019: el fútbol europeo abre el debate sobre su negocio

Los principales clubes han estado maniobrando para definir una nueva pirámide competitiva que les permita obtener más ingresos con formatos que apuntan hacia ligas cerradas al estilo de Estados Unidos. El choque también enfrenta a la Fifa, y su Mundial de Clubes ampliado, a la Uefa, con su tercer torneo continental, y a las ligas nacionales, unidas para no perder cuota de mercado.

Marc Menchén

26 dic 2019 - 05:00

Los principales clubes han estado maniobrando para definir una nueva pirámide competitiva que les permita obtener más ingresos con formatos que apuntan hacia ligas cerradas al estilo de Estados Unidos. El choque también enfrenta a la Fifa, y su Mundial de Clubes ampliado, a la Uefa, con su tercer torneo continental, y a las ligas nacionales, unidas para no perder cuota de mercado.

 

 

Si el deporte es uno de los principales productos de entretenimiento, nadie duda que el fútbol es uno de los negocios más rentables. Sin embargo, su modelo de gobernanza había frenado hasta el momento la llegada de fondos de inversión que sí han participado en la explotación de otras competiciones, como la Fórmula 1, MotoGP o la Guinness Pro14 de rugby. Sin embargo, en los últimos meses se han empezado a mover los cimientos de la industria por el interés de los principales clubes europeos, que ahora sí parecen decididos a replicar lo que hace unos años ya hicieron sus homólogos del baloncesto con la Euroliga: crear una competición europea controlada por los propios equipos y cerrada a unos pocos.

 

En juego, un negocio de más de 20.000 millones de euros en el Viejo Continente y con 2024 como año clave, pues a partir de esa fecha no hay ningún tipo de acuerdo sobre el calendario.

La Asociación Europea de Clubes (ECA) fue la primera en mover ficha con una propuesta de máximos que se ha ido modulando con el paso de los meses, pero que en marzo de 2019 suponía convertir la Champions League en un torneo prácticamente cerrado a los equipos más importantes e históricos, mientras que el resto quedaba relegado a conformarse con jugar la Europa League o la Europa Conference League.

 

“No habrá ninguna Superliga mientras yo esté al frente de la Uefa, y punto final”, se ha apresurado a desmentir en varias ocasiones Aleksander Ceferin, presidente de la confederación europea de fútbol y quien decidió abrir en 2019 un proceso de diálogo con todas las partes para definir el modelo dentro de cinco años.

 

 

 

 

Los principales equipos han puesto sobre la mesa un sistema paneuropeo con tres divisiones y cambios en el modelo de distribución del dinero. A su modo de ver, más torneos internacionales garantizaría una mejor redistribución y que el negocio audiovisual no se concentre en las cinco grandes ligas: Premier League, LaLiga, Bundesliga, Serie A y Ligue-1.

 

Hay que tener una visión europea y no sólo pensar en el mercado nacional de cada uno; el principal motivo de la polarización y la brecha financiera entre clubes europeos son las cinco grandes ligas europeas”, destacaba el pasado junio el presidente de la ECA y miembro de la familia propietaria de la Juventus, Andrea Agnelli.

 

El empresario italiano ha sido uno de los más contundentes a la hora de defender el papel central de los clubes, por ser quienes asumen los riesgos de inversión. Eso sí, se ha avenido a negociar cambios tras constatar que incluso dentro de la ECA hay quienes no ven nada claro que la Champions League se cierre a 24 equipos y que el resto deba aspirar a acceder únicamente a través de un ascenso desde las otras dos competiciones de la Uefa, a las que se accedería a través de las ligas nacionales. “Esto es el comienzo de un proceso, nada está escrito sobre una piedra y todo debe ser discutido”, se escudó Agnelli.

 

El riesgo de pisar en falso es importante, pues todos asumen que hay que eliminar las barreras que existen para que campeones como el de Holanda no deban jugar eliminatorias previas para acceder a la fase de grupos, como le sucedió al Ajax en 2019, pese a que unos meses antes incluso había disputado las semifinales de Champions League.

 

 

 

 

¿Su drama? Juega en un país cuyo mercado audiovisual es menor y, por lo tanto, le impide competir en igualdad de condiciones frente al resto de potencias. “Ahora, tienen que vender a todos sus jugadores porque no saben si se van a poder clasificar para la Champions el año que viene”, se ha lamentado Ceferin, que encontró en el equipo holandés el mejor ejemplo de lo que, según él, son disfunciones en el sistema competitivo.

 

Esas que explican que el 73,7% del negocio anual de los clubes europeos, que en 2017 ascendió a 20.112 millones de euros, se concentre en las cinco grandes potencias. Son los cinco campeonatos domésticos que más se han levantado en armas contra una Champions League reforzada que les reste atractivo comercial, si bien han contado con el apoyo de los torneos domésticos más modestos.

 

“Las ligas domésticas son la base de los torneos internacionales y el acceso a esas competiciones debe hacerse mediante los campeonatos nacionales porque si no será imposible mantener el interés de los fans”, defendió en junio el presidente de European Leagues, Lars-Christer Olsson.

 

 

 

 

Las ligas nacionales se blindan ante una posible devaluación

 

LaLiga, una de las más críticas con los cambios que plantean los grandes clubes, ha intentado poner datos al coste económico que supondría tal revolución hacia un sistema de divisiones panaeuropeo. Un informe de Kpmg encargado por la asociación que preside Javier Tebas advierte de que la devaluación audiovisual de las ligas nacionales superaría el 20%, y en el caso de LaLiga alcanzaría el 41,5%.

 

“Al desaparecer prácticamente el acceso a Champions League a través de las competiciones nacionales, estas últimas perderían un valor considerable”, añade el documento, en el que se advierte del riesgo de perder su condición de producto premium antes los operadores audiovisuales.

 

En juego está el hecho de que la Champions League empiece a ocupar slots del fin de semana, algo a lo que las ligas nacionales se oponen de forma frontal. Esa franja de dos días en exclusiva es la que ha permitido crear carruseles de partido durante el sábado y el domingo, adueñándose de los dos días con mayor capacidad de consumo por parte de los aficionados. Y aquí vuelve la lucha de intereses, en un momento en el que la firma de los últimos contratos de televisión revela que el valor de los derechos del fútbol está llegando a su techo con el modelo de negocio actual.

 

El mejor ejemplo es Reino Unido, el mercado más maduro en términos de consumo audiovisual de pago en Europa. Allí, la Premier League ha visto caer el valor medio de cada partido, LaLiga ha sufrido una fuerte devaluación y la Champions League se ha tenido que conformar con una mejora de apenas el 1,5% para el ciclo 2021-2024.

 

 

 

 

Los esfuerzos de la Uefa por mantener el valor de su competición de clubes parte de la certeza de que los campeonatos nacionales están muy arraigados entre las aficiones y difícilmente podrán ir contra ellas. De hecho, la liga más poderosa, la Premier League, rechazaron en bloque y de forma unánime cualquier intento por dañar su modelo de negocio.

 

Ese respaldo también se produjo en la Bundesliga, aunque de forma más tibia, mientras que en LaLiga, la Serie A y la Ligue-1 sí hay un grupo de equipos que serían partidarios de nuevos modelos supranacionales.

 

El Real Madrid ha sido el promotor de la Asociación Mundial de Clubes de Fútbol, una entidad que replica a nivel global la ECA y que quiere ser el único interlocutor válido con la Fifa a la hora de abordar los cambios de torneos. Su fundación se anunció a mediados de noviembre de 2019 y, pocas semanas después, trascendió que el conjunto presidido por Florentino Pérez mantenía conversaciones con la firma de inversión CVC y la Fifa para crear una competición mundial con dos divisiones y los veinte equipos más importantes.

 

 

 

 

El regulador presidido por Gianni Infantino no lo desmintió, mientras que su homólogo en la Uefa, Aleksander Ceferin, fue contundente en su rechazo: “Es difícil pensar en una trama más egoísta y ególatra; arruinaría el fútbol y su mundo para los jugadores, los seguidores y todos los relacionados con el mundo del fútbol, todo por el beneficio de muy pocas personas”, zanjó el dirigente esloveno, decidido a no ser quien ceda a las presiones de las grandes potencias, ni quien condene a la Champions League a un papel secundario frente a la Fifa.

 

De momento, en 2021 se estrenará un nuevo Mundial de Clubes que dejará de ser anual para disputarse cada cuatro años y con muchos más equipos. La primera edición se disputará en China, adonde acudirán ocho equipos europeos (los ganadores de las cuatro ediciones previas de Champions y Europa League); Conmebol tendrá seis plazas para el fútbol latinoamericano; Asia, África y Centro y Norteamérica tendrán tres plazas, respectivamente, mientras que Oceanía tendrá un equipo.

 

Hasta ese evento, la industria del fútbol dispone de 18 meses para alcanzar el consenso, y los clubes por boca de Agnelli dejaron clara su posición hace ya un año: “Somos los únicos que asumimos riesgos; antes valía lo de que esto es un juego, pero ahora es un negocio y hay que tenerlo en cuenta”, advirtió. Y ellos firmarán con el que más oportunidades de negocio les ofrezca.