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La UE Santboiana: un ‘filial’ del rugby neozelandés en busca de la ‘haka’ de la rentabilidad

El club, con un presupuesto anual de 756.220 euros, se ha visto obligado a empezar a cobrar cuota anual a los jugadores menores de edad para no comprometer su viabilidad. La entidad anhela dar el salto al profesionalismo, en línea con el avance de este deporte.

Patricia López

21 mar 2018 - 04:59

Martínez: “Sólo tenemos a cinco asalariados en el club. El voluntarismo nos ayuda a salir adelante”

 

 

Pocos clubes de rugby son tan históricos en España como la UE Santboiana. La entidad vio la luz en 1921 y, con ella, este deporte se introdujo por primera vez en el país. Lo hizo de la mano de Baldiri Aleu, que de su etapa como estudiante de veterinaria en Tolousse regresó con un nuevo descubrimiento: una disciplina que dio lugar a un club casi centenario. Ahora, la entidad busca reencontrarse con la rentabilidad, sobrevivir con un presupuesto de 756.220 euros y garantizar su viabilidad, que ha estado en peligro en los últimos años.

 

“Por primera vez en nuestra historia hemos tenido que cobrar cuotas a los menores de edad para garantizar la viabilidad económica del club”, explica a Palco23 el presidente, Miquel Martínez. Ha sido una medida a la desesperada para aumentar los recursos propios de un equipo que milita en la Liga Heineken, la máxima categoría, y en la que tan sólo tres jugadores del primer equipo están en nómina. “Lo más difícil es salir adelante con un presupuesto tan ajustado”, señala. La entidad cerró el pasado curso con unas pérdidas de 20.000 euros, y prevé regresar al break-even este año.

 

El resto de jugadores son amateurs y sólo cobran por los gastos de desplazamiento, pero a su vez pagan la cuota de socio, que genera unos ingresos fijos a la entidad año a año. “Es una cuota que abonan todos los socios, sean profesionales o no”, explica el directivo. El club cuenta con 1.221 socios, de los cuales 280 forman parte de la cantera, y una escuela de rugby, la más antigua del país, con 121 niños y niñas. Además, la entidad tiene 110 fichas femeninas.

 

 

 

 

Los recursos propios representan un 20% del presupuesto, prácticamente el mismo porcentaje que supone la subvención del Ayuntamiento de Sant Boi, de 116.713 euros. “Antes también teníamos apoyo de la Diputación de Barcelona, pero con la crisis económica dejamos de recibir esta ayuda”, comenta.

 

Aproximadamente un 60% de los ingresos proceden del patrocinio de marcas como Jeep, Estrella Damm, CaixaBank o el complejo deportivo Baldiri Aleu, un centro de fitness que gestiona y que cada año destina sus beneficios a la esponsorización del club. Sobre cómo la directiva garantiza la sostenibilidad de un equipo de primer nivel con un presupuesto inferior al millón de euros, Martínez afirma que el voluntarismo es la clave. “Los entrenadores de las categorías inferiores no están asalariados, los socios del club ayudan a hacer el mantenimiento del campo, y sólo pagamos el sueldo del entrenador del primer equipo, el director deportivo y tres jugadores”, describe.

 

En este contexto, no resulta sencillo retener el talento. “Apelamos a la emoción y al sentido de pertenencia; trabajamos con gente de la cantera y estamos muy integrados con la ciudadanía del pueblo, que es nuestra fuente de jugadores”, manifiesta. Martínez asegura que la UE Santboiana no es una excepción y que la mayoría de clubes no tienen presupuesto para fichar rugbiers de fuera de la región, salvo Valladolid Rugby Asociación Club (Vrac), El Salvador, el Alcobendas y el Independiente Rugby Club de Santander.

 

 

 

 

“Traer a un jugador que tiene su vida hecha fuera implica pagarle vivienda y sueldo. Hoy por hoy esto en el rugby es inviable. Nosotros preferimos traer a un jugador extranjero que marque la diferencia a contratar jugadores nacionales, porque no hay volumen económico para ello”, asegura el presidente. De hecho, el talento externo es una de las alternativas que sí que utiliza la Santboiana, y que le ha llevado a tantear a estudiantes Erasmus y, en especial, neozelandeses.

 

Desde hace unos años, el club tiene un acuerdo con el Manawatu, un equipo neozelandés, para atraer a deportistas jóvenes con proyección pero que aún no han dado el salto profesional. “Tenemos buenas relaciones con el club. Recibimos jugadores para que ganen experiencia en Europa, y no los vendemos porque, cuando ya están listos para ser profesionales, regresan a su club de origen. Esta vía nos permite captar talento de nivel superior a precios aceptables”, explica. A cambio, los jugadores reciben un salario de 1.000 euros y un piso donde vivir.

 

Ganar la touche de la profesionalización

Martínez asegura que es necesario crear una liga profesional junto con la federación. “Es la única manera de conseguir jugadores nacionales profesionales que puedan dedicarse a entrenar y jugar; no podemos exigir que se impliquen más porque compaginan el rugby con el trabajo, que es su fuente de ingresos”, admite. De ahí que varias entidades hayan sumado fuerzas para dejar el amateurismo.

 

Para el directivo, esa competición “tendría que partir de un modelo no gestionado directamente por la federación, sino por una entidad que cuente con gestores y directivos profesionales, como ocurre con LaLiga o la ACB”, sostiene. Con todo, acepta que el punto de partida debe ser la “profesionalización de los clubes” ya que “no se puede crear una liga profesional si los clubes que la forman no lo son”.

 

Este año se ha dado un paso adelante con el patrocinio principal de Generalli y con el apoyo de Heineken, ambos acuerdos firmados por la Federación Española de Rugby (FER). Como consecuencia, la cervecera se hizo con los naming rights de la División de Honor masculino, que está organizada por el organismo federativo.

 

LaLiga4Sports y Loterías y Apuestas del Estado también son sponsors, y otras compañías como Joma, Iberdrola, Viajes Halcón, Spagnolo, Go Fit, Hispasat y Gilbert son empresas colaboradoras. La federación está intentando ganar visibilidad para conseguir nuevos patrocinadores que ayuden atender las demandas de los clubes y dar el impulso definitivo a la competición.