Entorno

2017: ¿Se acabó el ‘cuento’ chino del fútbol?

La ambición China por ser una potencia futbolística desembocó en un rally de inversiones multimillonarias. Tras ver cómo sólo el gasto en adquisiciones se situaba por encima de los 3.000 millones  de euros, la situación se ha reconducido con una legislación más dura.

Marc Menchén

26 dic 2017 - 05:00

 

¿Se acabó el cuento chino del fútbol?

 

 

“Me gustaría ver qué cara ponen cuando se les diga que no puede haber dividendo porque la afición pide fichajes”. La afirmación corresponde a uno de los principales ejecutivos de la industria del fútbol, y resume las dudas que los profesionales aún tienen sobre la viabilidad o el retorno de las inversiones que muchas corporaciones chinas han realizado. Su objetivo era posicionarse en un sector que el Gobierno de Xi Jinping consideraba estratégico, pero la forma en cómo se han gastado más de 3.000 millones de euros en dos años le han obligado a tomar medidas drásticas.

 

La decisión más dura se tomó el pasado mes de agosto, cuando se anunciaron restricciones a la inversión extranjera en la industria del deporte y el entretenimiento, pero también en el inmobiliario y el hotelero. El país perseguía poner coto al endeudamiento de algunas de sus principales empresas para evitar poner en riesgo el sistema financiero, pero también impedir algunas operaciones que consideraba “irracionales”, evitar una fuga de capitales encubierta y la devaluación del yuan respecto al dólar.

 

Sin ir más lejos, la operación que probablemente estaba más fuera de mercado es la del AC Milan, que permitió a Silvio Berlusconi embolsarse 520 millones de euros por el 99,93% de las acciones del equipo italiano. La propiedad pasó a manos del desconocido Yonghong Li, cuya identidad ya ha levantado suspicacias e incluso se duda de la realidad sobre su patrimonio. Y China no quiere que su creciente papel en el fútbol dañe a la imagen y a la diplomacia del país.

 

 

 

 

La consultora Rhodium Group advierte en varios de sus informes que la inversión china en el extranjero ha caído a un ritmo de doble dígito durante 2017, después de que en 2016 alcanzara los 200.000 millones de dólares. “La Unión Europea (UE) continuó siendo el destino favorito de las inversiones chinas con más de 35.000 millones de dólares, un aumento del 77% respecto a 2015”, señala la firma. De este importe, sólo 3.015 millones fueron a parar a España, y el fútbol fue uno de sus destinos favoritos, aunque algunas operaciones se han quedado en el dique seco.

 

Las consecuencias no se han hecho esperar, y el propio RCD Espanyol admitió que debería ralentizar su hoja de ruta hasta 2020 por este nuevo escenario que, por ejemplo, impedirá a Rastar Group aportar nuevos recursos o capitalizar préstamos existentes. “El compromiso del presidente, Chen Yansheng, es total. Pero esas limitaciones afectarán al crecimiento que queríamos para el club y tendrá que ser más lento”, reconocía el vicepresidente perico, Carlos García Pont.

 

Firmas especializadas en la intermediación de compraventa de clubes admiten que la llegada de potenciales compradores chinos ha caído. “Por las oficinas de LaLiga hace tiempo que no llegan inversores que ofrezcan credibilidad”, constatan. Un periodo de tranquilidad que contrasta con el frenesí de los meses previos al verano: Carlos Mouriño estuvo negociando la venta de la mayoría accionarial del RC Celta; parte del accionariado del Sevilla FC no veía con malos ojos una propuesta que multiplicaba varias veces el valor nominal de los títulos, y la familia Querejeta sondeó durante tiempo colocar una parte del accionariado del Deportivo Alavés.

 

Todos buscaban seguir la estela que en su momento marcó Wanda Group, la empresa china que más ha invertido en deporte. Su primera operación fue la compra del 20% del Atlético de Madrid por 45 millones de euros, que después ha complementado con una aportación a fondo perdido de 15 millones para la Academia y un acuerdo de patrocinio de 50 millones en cinco años por los naming rights del Wanda Metropolitano. A él le siguieron Rastar Group con el Espanyol y Jiang Lizhang con el Granada CF, al que después sumó el 5% de los Minnesota Wolves de la NBA y el 60% del Parma de la Serie B.

 

Son algunos de los principales protagonistas de la espiral en la que entró el país, a raíz de un ambicioso plan anunciado en 2016. Con el mismo, se espera que en 2020 haya 20.000 escuelas de este deporte en marcha con 70.000 campos de fútbol abiertos, de manera que se atraiga a un mínimo de 50 millones de practicantes entre niños y adultos. Y las compras de equipos europeos, si bien se hacían justificando que se adquiría el know how, no servían para el fin establecido.

 

 

 

 

Otro problema que alarmó a China son las fortunas que empezaron a desembolsarse en el mercado de fichajes. El gasto pasó de 51 millones de dólares en 2012 a 101,8 millones en 2014, 168,3 millones en 2015 y, en su punto álgido, 451,3 millones de dólares ya en 2016. Uno de los principales agitadores fue el grupo de distribución Suning, que compró el Inter de Milán por 370 millones para buscar sinergias con el Jiangsu de la Chinese Super League (CSL), también de su propiedad y que en dos años ha gastado más de 100 millones en jugadores.

 

Ante esta situación, el partido comunista decidió regular el mercado con nuevas restricciones que rápidamente han surgido efecto. Sólo en el mercado de verano de 2017, la inversión de equipos chinos en traspasos internacionales se desplomó un 74,9% y cayó a 38,5 millones de euros. Y la previsión es que esta tendencia a la baja se mantenga en el mercado invernal, debido a los elevados costes que ahora tiene cualquier tipo de transacción que implique a un futbolista no nacido en el gigante asiático.

 

En mayo de 2017 se aprobó un impuesto del 100% sobre los fichajes de futbolistas foráneos. De esta manera, cualquier pago superior a los seis millones de euros que aproximadamente se hiciera exige el pago de una cantidad idéntica a la Federación para invertir en el fútbol formativo. Es decir, que si se pagan 20 millones por un jugador hay que destinar ese mismo importe al desarrollo de jóvenes talentos en el país. Un mes después se profundizó en las prohibiciones, para que los equipos en pérdidas no pudieran gastar más de 45 millones de yuanes (5,9 millones de euros) en el fichaje de extranjeros. También fijó un tope para el importe de la compraventa de jugadores chinos, con un máximo de 20 millones de yuanes (2,6 millones de euros).

 

La paradoja de las nuevas políticas de China es que allanan la oportunidad que clubes como FC Barcelona, Real Madrid o Bayern de Múnich habían visto en el país: ganar aficionados o incluso abrir nuevas vías de ingresos mediante la apertura de academias con socios locales. El Barça, de hecho, abrirá su primera escuela propia en el país dentro de las instalaciones de la Federación en la isla turística de Hainan, con una previsión de facturar hasta 100 millones de euros en diez años.

 

En otras palabras, la ambición del país por albergar un Mundial antes del 2050 y optar a ganarlo supone una oportunidad para los clubes con más experiencia en formación, y no tanto para los inversores. ¿Se acabó de verdad el cuento chino?