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E. Ribera (Snap Fitness): “No hay que segregar por género, sino entender qué busca una mujer”

Para la directiva, la clave es adaptar los centros a las mujeres, repensar sus necesidades y construir espacios más inclusivos e integradores, sacudiéndose de una herencia que ha identificado al fitness con la masculinidad.

E. Ribera (Snap Fitness): “No hay que segregar por género, sino entender qué busca una mujer”
E. Ribera (Snap Fitness): “No hay que segregar por género, sino entender qué busca una mujer”
“Para que el fitness femenino crezca las mujeres necesitan tiempo libre”

Albert Martínez

19 sep 2022 - 05:00

Los gimnasios no deben separar a sus clientes masculinos y femeninos, sino aprender a integrarlos. “La solución no es arrinconar a la mujer en un gimnasio sólo para ellas, sino crear conciencia social y no darle la espalda al conflicto”, así lo cree Ester Ribera, directora de operaciones de Snap Fitness en España y vocal de la Asociación de Empresarios de Clubes Catalanes de Fitness (Adecaff). Para la directiva, la clave es adaptar los centros a las mujeres, repensar sus necesidades y construir espacios más inclusivos e integradores, ya que los centros de fitness han comenzado a cambiar sus prioridades y sacudirse de una herencia que durante mucho tiempo ha identificado al sector del fitness con la masculinidad.

 

Pregunta: Es una rara avis encontrar a una mujer en un alto puesto directivo en fitness. ¿Por qué?

Respuesta: Yo creo que hay un problema de conciliación familiar, la mujer da un paso al lado en su carrera laboral y se dedica más a la maternidad o al cuidado de los hijos que los hombres. Y esto pasa en cualquier sector laboral, no sólo en el deporte. Aunque las cosas están cambiando, una mujer tiene que trabajar mucho más que un hombre para llegar alto.

 

P.: En el negocio del fitness sigue predominando una imagen clásicamente masculina. ¿Es así?

R.: Durante mucho tiempo ha sido así, pero cada vez se intenta dar una imagen más inclusiva, y no sólo en género, también en nacionalidades o etnias. Esto se ve en el márketing y la publicidad. Es cierto que antes el mensaje del fitness era: “Eres más fuerte que los demás”. Era muy duro. Pero ahora ha ido avanzando hasta llegar a un público más inclusivo, porque ha entendido que tú te apuntas a un gimnasio independientemente de tu origen o tu edad.

 

P.: ¿Cómo puede el fitness capitalizar el boom del deporte femenino y generar más ingresos?

R.: Primero de todo, cambiando la mentalidad y el mensaje de márketing que se lanza. La responsabilidad es nuestra. Necesitamos un discurso más inclusivo, que abra puertas a cualquier perfil de cliente, que facilite el acceso a las mujeres y que pueda contribuir a la conciliación familiar, ya que para que el fitness femenino crezca las mujeres necesitan tiempo libre.

 

P.: Parece que hay factores culturales que no permiten que el deporte femenino despegue del todo.

R.: Es necesario que el discurso político ponga el foco en la conciliación familiar, que obligue a que las empresas hagan algo para cambiar esto: horarios más comprimidos, menos días de trabajo, quizás una jornada de lunes a jueves… Que en esta vida todo pueda tener su lugar: familia, deporte y tiempo libre.

 

 

P.: ¿Cómo se puede aumentar la práctica femenina?

R.: Hay que cuidar el mensaje que lanzamos y hacer un estudio más exhaustivo de los intereses del cliente femenino. Pensar qué es lo que buscan las mujeres, cuáles son sus inquietudes. Parece que a veces nos estamos olvidando de qué es lo que motiva a una mujer, porque es un cliente muy diferente al masculino.

 

P.: ¿En qué se diferencia un cliente femenino de uno masculino?

R.: Nos cuesta mucho más atraer al género femenino a actividades de entrenamiento con fuerza. Es una herencia que nos cuesta sacudirnos. Los beneficios de la fuerza son miles, también para las mujeres: prevenir el envejecimiento celular, prevenir lesiones… Por ejemplo, en momentos de menopausia la fuerza es altamente útil. 

 

P.: ¿Existe una oferta adecuada de alta intensidad para la mujer?

R.: La oferta existe: si vas a la web de un gimnasio y miras los horarios, ahí está, y cada vez la industria tiende más a ese sector y la demanda es mayor. Lo positivo es que el perfil y la edad a la que llega este tipo de entrenamiento es diferente a cómo era hace unos años, es más diverso.

 

P.: ¿Veremos más gimnasios sólo para mujeres?

R.: Pues yo vaticino que no. El futuro es la segregación, con un centro mixto puedes aglutinar más clientes que con uno sólo femenino. Pero sí hay que entender qué atrae a las mujeres a un centro de fitness. Cada vez la sociedad es más inclusiva y hay más variedad para todo el mundo.

 

 

P.: Se dice que algunas mujeres se sienten incómodas en los gimnasios ante las miradas de hombres.

R.: Es cierto, pero eso puede pasar en cualquier lado: en el trabajo, en el metro, paseando… Lo que hay que hacer es atajar por completo el problema, crear conciencia social y no darle la espalda al conflicto. Hay comportamientos masculinos que las mujeres sentimos que no podemos controlar y eso nos provoca miedo, pero la solución no es arrinconar a la mujer en un gimnasio sólo para el género femenino.

 

P.: El cuerpo de una mujer y de un hombre funcionan diferente. ¿Falta formación sobre la biología femenina en el sector del fitness?

R.: Ahora es cuando comienza a haber muchos estudios e investigación al respecto. En las mujeres tienen mucha importancia los momentos hormonales, las etapas… Deben entrar diferente a los hombres, escuchar al cliente y adaptar las clases a sus necesidades.

 

P.: Por lo que dices, parece que algo está cambiando.

R.: ¡Es que algo está cambiando! En la industria del fitness siempre ha habido un mensaje strong, un “vence tus límites”, un “supérate”, cuando lo importante es que el entrenamiento te haga sentir bien, sea una sesión de cardio o andar un rato. Todo es válido. Este mensaje es mucho más integrador y es por lo que cada vez se apuesta más.

 

P.: ¿La mujer busca un gimnasio más boutiquizado o más low cost?

R.: Depende de los márgenes de edad, del grado social, de la economía y de las circunstancias. Quizás, la mujer de entre treinta y cuarenta años busca un centro boutique.